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Análisis

Luto mundial ¡Por Salvador Allende!

A 50 años del golpe de Estado en Chile, perpetrado por el dictador Augusto Pinochet.

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Por Alejo Brignole

Hoy se cumplen 50 años de la muerte y derrocamiento de Salvador Allende. Y este es el orden en que deben enunciarse los eventos históricos: primero muerte y luego derrocamiento, porque Allende jamás rindió su posición de presidente legítimo elegido por el pueblo. Antes muerto que entregado a las indignas mafias mercenarias en que los ejércitos latinoamericanos se habían convertido por obra e injerencia del Pentágono estadounidense.

Convencido de que el socialismo era la vía necesaria y útil para cristalizar las reivindicaciones históricas de la sociedad chilena, Allende había sido  candidato a presidente en cuatro ocasiones antes de ser electo en 1970. Si bien en las otras elecciones (en 1952, 1958 y 1964) tuvo suerte diversa, en los comicios de 1970 accedió a la presidencia obteniendo la primera mayoría simple -con un 36, 6 % del sufragio- como candidato de Unidad Popular, que era una coalición de partidos de izquierda. Mediante este triunfo, Allende se convirtió en el primer presidente de extracción marxista elegido en un sistema republicano.

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Coherente con su ideario, intentó realizar una “vía chilena al socialismo” utilizando los mecanismos y herramientas del sistema democrático para crear un Estado Socialista. Algo que se adelantó en tres décadas al otro gran experimento democrático-socialista que fue el proyecto bolivariano de Hugo Chávez. Sin embargo el contexto internacional era otro, sobre todo en América Latina, en donde el triunfo de la Revolución Cubana en 1959 desató  un conjunto de estrategias intervencionistas estadounidenses, en el marco de la Doctrina de Seguridad Nacional.

Washington no estaba dispuesto a que otro experimento socialista posibilitara a una nación latinoamericana la vía del desarrollo y el progreso fuera de la órbita hegemónica estadounidense. El presidente por entonces, el republicano Richard Nixon, había dado órdenes expresas de disponer todos los recursos para evitar la victoria de Allende, que competía con el derechista Jorge Alessandri, que además recibía apoyo financiero de la CIA y de la trasnacional norteamericana ITT (International Telephone & Telegraph).

Investido presidente el 3 de noviembre de 1970, Allende buscó afanosamente dotar a Chile de un marco legal y económico soberano, nacionalizando recursos estratégicos como el cobre -Ley N° 17.450 aprobada por el congreso- y cuya nacionalización afectó a empresas estadounidenses como la Anaconda Copper Mining Company, propiedad del clan Rockefeller, y la Kennecott Copper Corporation.

Antes del gobierno de Unidad Popular, las empresas norteamericanas controlaban el 80 por ciento de la producción nacional de cobre, que en 1970 suponía el 80 por ciento de las divisas ingresadas por exportaciones.

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Salvador Allede y sus allegados defendieron el palacio de la Moneda hasta que resultó imposible contener el fuego de artillería y los incendios que el ejército ocasionó para forzar el desalojo y concretar el Golpe de Estado. Poco después, Allende se quitaba la vida con ese mismo fusil AK 47 que aparece empuñando en la fotografía.

Allende también estaba decidido a encarar una reforma agraria y una reforma constitucional que posibilitara realizar la transición de una economía capitalista sustentada en unas minorías concentradoras de la riqueza, hacia la estructuración del Estado que integrara y beneficiara a todas las clases populares.

El-Argentino-Salvador Allende-Golpe de Estado en Chile.
El cuerpo del presidente Allende tras haberse disparado en la cabeza una ráfaga de fusil, para no entregarse a los golpistas.

Al igual que hoy sucede con los gobiernos bolivarianos, la prensa subsidiaria de los intereses de Washington le declaró la guerra al nuevo gobierno popular, contaminando a la opinión pública con la idea de que Chile se acercaba hacia dictadura protocomunista, cuando en realidad jamás la democracia había sido celebrada en ese país con tanto ahínco y tanta legitimidad institucional. Las alegorías con el Perú actual de Pedro Castillo resultan peligrosamente evidentes.

El diario El Mercurio, propiedad de la familia Edwards, históricamente vinculada a las oligarquías, dueñas de los recursos, del suelo y las finanzas, fue el principal vocero de estos intereses. También se aliaron los periódicos La Tribuna y La Prensa entre muchos otros.

Años más tarde, una comisión investigadora del senado norteamericano presidida por el senador norteamericano Frank Church, sacó a la luz las intensas relaciones entre varias Administraciones norteamericanas y los golpes de Estado, el financiamiento a la prensa y las operaciones desestabilizadoras en América Latina. El Comité Church o Select Comitee to Study Governmental Operations with Respect to Intelligence Activities (su nombre oficial en inglés) analizó los sobornos y las planificaciones destinados a debilitar el gobierno de Allende. Incluso los intentos para evitar que ganara las elecciones en los años previos.

En uno de los apartados del informe, titulado: “Alcances De La Acción Encubierta En Chile – Apoyo a medios de comunicación” se señala: “Desde 1953 hasta 1970 la CIA en Chile subvencionó empresas de radio, revistas escritas por círculos intelectuales, y un periódico derechista semanal”. Y añade “Con mucho, el mayor –y probablemente el más significativo– caso de apoyo a organizaciones de comunicación fue el dinero suministrado a El Mercurio (…) Un memorándum de la CIA concluyó que El Mercurio y otros medios de comunicación apoyados por la agencia habían jugado un papel importante en la puesta en marcha del golpe militar del 11 de septiembre de 1973 que derrocó a Allende.” El denominado Proyecto FUBELT era el nombre clave de las operaciones que la CIA ejecutaba en Chile para la caída del gobierno. Fue el general Augusto Pinochet, en el que Allende más confiaba, el que encabezó un golpe que fue cruento.

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Las profundas reformas y el criterio redistributivo del período socialista de Chile fueron utilizadas como excusa para justificar un deterioro económico creciente. Esta desestabilización económica inducida -tal como hoy sucede en Venezuela- resultó un arma útil para lograr que los resultados políticos favorecieran las protestas de unas clases medias carentes de visión estratégica y manipuladas mediáticamente.

Resultaría imposible en este espacio enumerar las batallas políticas que debió atravesar el presidente Allende y la Unidad Popular en sus tres años de compleja gestión, en donde el desafío era cambiar las estructuras burguesas de un país, utilizando las mismas herramientas que la democracia burguesa posibilitaba. Anatema que fue central y produjo tensos debates dentro de las formaciones de la Unidad Popular, integrada por partidos con diferente extracción ideológica y metodológica. Baste decir que su proyecto no conoció tregua para poder llevarlo hasta una victoria social definitiva y perdurable. Diversas crisis institucionales –con el Poder Judicial, con las Fuerzas Armadas, y una creciente y artificial violencia política en las calles propiciada por operaciones de la CIA–  completaron el escenario para que el 11 de septiembre de 1973 se produjera la asonada militar que derrocaría al mayor experimento revolucionario democrático de América Latina y acaso del mundo.

Fiel al mandato de su pueblo, Allende jamás se rindió o entregó el gobierno a los emisarios del imperialismo. La casa de gobierno –el palacio de La Moneda– fue bombardeado e incendiado, pero Allende resistió con sus funcionarios más cercanos y fieles. Finalmente a las 14:20 de ese nefasto día para América Latina y para Chile, Allende ordena deponer las armas, aunque él no lo hará jamás, pues en la intimidad de su despacho se disparará en el mentón con el mismo fusil AK-47 con que defendió la constitucionalidad de su país. Horas antes había dirigido unas palabras a la sociedad chilena y entre ellas, sentenció: “Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”.

En mayo de 1971, poco después del triunfo electoral que lo llevó a la presidencia de Chile, Salvador Allende, ya por entonces objeto de una campaña mediática de desprestigio orquestada por la CIA y la aristocracia chilena, daba a conocer su proyecto democrático. De visita en Sudamérica, Rossellini realizó este documental-entrevista, en el que se retrata un apasionado diálogo en torno a la agitada política de la época:

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Análisis

Esequibo, el viejo cuento de piratas y la doctrina Monroe

La prensa mundial está feliz. Tiene una nueva historia de terror para jugar con los nervios del público.

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Por Oleg Yasinsky*

El tirano venezolano armado por el dictador ruso está por invadir un pobre país indefenso para quitarle su territorio y sus riquezas.” De diferentes formas repiten más o menos la misma idea que debería alertar al mundo democrático y aumentar el dudoso rating de sus principales guardianes: las FFAA de los EEUU y de la OTAN.

Para entrar en materia, imaginemos una escena de tiempos pasado: A las bahías de la costa sur del Caribe, que durante siglos fueron tan apreciadas por los piratas ingleses llegan los buques de guerra de la recién triunfada y aplaudida por las masas progresistas del mundo democracia estadounidense y le dice a la corona de Londres, “se acabó. Ustedes se van. Esto ya es nuestro. Y si quieren quedarse les tocará negociar ahora con nosotros”.

Esta es la “Doctrina Monroe”, que hace pocos días celebró su 200 aniversario (pese al dicho de que no hay un mal que dure cien años), un pensamiento imperial hecho un proyecto oficial de todos los gobiernos norteamericanos sin excepción ninguna, que lo pusieron en práctica con sus marines, golpes de estado, bloqueos económicos y campañas mediáticas con su gran especialización en guerra informativa.

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América para los americanos“, proclamada por el único país americano sin nombre propio, y que ponía a todo un continente en la mesa de las élites más insaciables e ignorantes del mundo, fue solo un preludio para la actual agenda de la guerra global, donde los adversarios ya se ven enfrentados en las trincheras de los pueblos de América contra el gobierno racista gringo de turno, sino en la hidra transnacional financiera de color, nacionalidad, edad y sexo indefinidos, con su representación legal y mundana en el departamento de estado de los Estados Unidos y en frente, la humanidad entera.

Un tema muy importante relacionado con la “Doctrina Monroe” es el apoyo, hace 200 años, de los EEUU a la lucha de los países latinoamericanos por su independencia, con el propósito de volverlos permanente y completamente dependientes de sus propios intereses.

Estamos viendo que la lógica de las “revoluciones de colores” comenzó hace 200 años, y que nuestros pueblos necesitaron a grandes visionarios como Simón Bolívar y José Martí para de inmediato darse cuenta de esta amenaza mortal. En el siglo pasado su realización consistía en una permanente imposición de los brutales regímenes fascistas y de las democracias bananeras en América Latina.

En este siglo, la globalización neoliberal la convirtió en el virus planetario. Ahora vemos con algo de asombro, que los países de Europa Occidental, que hace poco a muchos de nosotros nos parecían ejemplares y tan dignos de imitar, que ahora son incluso más patios traseros de EEUU que sus vecinos geográficos. Pero la actual “Doctrina Monroe” necesita una redefinición.

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En lugar de “América para los americanos“, ahora con la bendición del Santo Musk debería ser “La Vía Láctea para las trasnacionales”.

Pero, por ahora, bajemos de las estrellas a la selva del Caribe. A cualquier persona que conozca mínimamente la historia de la conquista y la independencia de América, el surgimiento de la Gran Colombia y luego de Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá mientras en el norte del continente permanecían intactas las colonias europeas, la farsa judicial del laudo arbitral de 1899 en la lejana París, sin la participación de Venezuela y los múltiples ejercicios geográficos de los cartógrafos europeos imperiales, (los mismos que separaron con líneas geométricas a los pueblos de África para imposibilitar la integración del continente), no le puede quedar duda a qué país debería pertenecer la orilla occidental del río Esequibo.

No es un tema de revisionismo histórico sino de mínima lógica de los intereses foráneos. Guayana parece ser un Kosovo suramericano con el único propósito de ser el centro infalible para cualquier provocación contra los vecinos irrespetuosos de la “Doctrina Monroe”.

La excusa del crecimiento económico de Guayana del 58% es una farsa. Es como hablar del “milagro económico de Pinochet” mientras la mitad del país apenas sobrevivía.

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Según el contrato del 2016, la ExxonMobil pagaba al estado guayanés el 2% de sus utilidades hasta recuperar el 75% de su inversión.

Por la experiencia mundial sabemos, que ExxonMobil siempre tendrá los lobbistas y abogados mucho mejores que el gobierno de Guayana (por si acaso algún día a ese gobierno se le ocurriera dejar de ser su gerente), quienes siempre demostrarán que su cliente trabaja con las mínimas utilidades, sufre enormes pérdidas, no recupera la inversión y su trabajo en el país es casi una obra de beneficencia.

Otro ejercicio interesante sería comparar los activos de ExxonMobil y del estado guayanés. Según la información abierta, en 2021 la empresa ExxonMobil tenía un capital de USD 338 923 millones. El PIB de Guayana en el mismo año equivalía a USD 8 044 millones.

No es difícil deducir entonces el tipo de relación existente entre el estado y la empresa privada, que lo contrata para sus necesidades empresariales.

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La historia del Esequibo

Es injusto que el continente conozca la causa de las Malvinas y hasta los últimos meses ni siquiera conociera el nombre de Esequibo, que el mundo sigue escribiendo con la ortografía inglesa como “Essequibo”.

En vez de un jaguar de la selva guayanesa se asoma un león escondido en la sombra del escudo real británico.

Tampoco conoce el mundo la historia de la rebelión y la masacre de Rupununi en enero de 1969, cuando los indígenas y mestizos se sublevaron en esta parte del Esequibo, por sus derechos a ser parte de Venezuela, y el gobierno de Caracas de entonces, prefirió no complicar las relaciones con sus amos y vecinos, ignorando la tragedia a pocos kilómetros de su frontera oriental, dibujada por los ingleses.

Cuando el ejército guayanés torturó, violó y asesinó a quién sabe cuántos civiles, pues nadie supo con exactitud estos datos, ya que en esta tierra de nadie todas las estadísticas son relativas, las únicas cifras que merecieron un buen cálculo fueron las de los barriles de petróleo para ExxonMobil.

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El bello paisaje rupestre de Esequibo, con sus mil encantos, sorpresas y secretos, está por despertar, para empezar por fin a vivir su propia historia que camina por los senderos de la selva con los pies descalzos de su gente.

*Periodista ucraniano chileno, investigador de los movimientos indígenas y sociales en America Latina, productor de documentales políticos en Colombia, Bolivia, Mexico y Chile, autor de varias publicaciones y traductor de textos de Eduardo Galeano, Luis Sepúlveda, José Saramago, subcomandante Marcos y otros al ruso. Columnista de RT y Tele Sur.

Las opiniones expresadas en la presente nota de opinión y/o análisis son las de los autores. No pretenden reflejar las opiniones de El Argentino Diario o de sus integrantes. Las denominaciones empleadas en la misma y la forma en que aparecen presentados los datos que contiene no implican, de parte de El Argentino Diario juicio alguno sobre la información y/o datos y/o valoraciones aquí expuestas.

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