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Opinión

Los vecinos del barrio Mugica cuentan cómo sobreviven hace 15 días bajo la Autopista

Por cronista de La Voz del Barrio.

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Por Alejandra Vargas (Vecina y militante de Padre Mugica y cronista popular de La Voz del Barrio)

Bajo la Autopista Illia, en el corazón del barrio padre Mugica, 24 familias aún esperan una respuesta del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires mientras duermen, desde hace 15 días, con sus hijos a la intemperie en colchones donados por los vecinos y las organizaciones sociales.

«Para el gobierno porteño esto fue un error, para nosotros es una tragedia, no podemos entender por qué la empresa demolió nuestras casas. Seguimos acá sin respuestas, desde hace 15 días durmiendo bajo la autopista Ilia”, cuenta Liz Encizo, una de las vecinas que perdió su casa.

Estamos sobre colchones donados por los vecinos y organizaciones, con nuestros hijos debajo del puente, sobreviviendo”, continuó. La demolición sucedió el miércoles 18 de enero, en el sector Bajo Autopista, como parte de un operativo del proceso de urbanización que llevaba a cabo la UPE (Unidad de Proyectos Especiales) que depende del Ministerio de Desarrollo y Hábitat de la ciudad.

Isidoro, el marido de Liz, comentó que “ese día como a las 10 de la mañana empezaron a hacer los trabajos de derrumbe pero la empresa mandó a una contratista que se ve que no sabía mucho de demoliciones, empezó por abajo y no cortaron los cables de alta tensión, a las 3 horas empezó el incendio en el pasillo”.

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Liz dijo que no tienen ninguna solución concreta. “El gobierno de la ciudad no sabe explicar nada, no nos da ninguna respuesta”, manifestó. Relató que durante “las reuniones que tuvimos nos dijeron que están removiendo escombros, pero las casas están inhabitables”.

Romina estaba embarazada cuando sucedió todo. Hoy está con su bebé en el hospital a la espera de una solución. Sabe que cuando llegue al barrio va a tener que ir a vivir bajo el puente.

Una vecina más se acercó a contar su historia, dijo: “Yo salí a trabajar temprano y por suerte ese día llevé a mi hijo conmigo, de pronto los vecinos me avisan que se están derrumbando las casas, nadie del gobierno me dijo nada. Vine y encontré todo caído, sin poder entrar a ver mi casa. Si estaba mi hijo ahí, ¿quién me lo sacaba de adentro?”.

Y siguió: “Por suerte acá la gente es solidaria y nos donó mercadería y ropa pero de parte del gobierno, nada”. Las familias necesitan respuestas, soluciones y un techo donde vivir.

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Análisis

Buena pregunta, pero tengo hambre

Los juegos del hambre parece ser la película que nos quieren hacer vivir Milei y Caputo, y al igual que en la famosa saga, para sobrevivir se propone una pelea entre pares, hermanos, laburantes que padecen una política económica opresiva que solo se basa en que cada día podamos consumir menos.

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Por Martín Epstein*

Es jueves, y en su habitual conferencia de prensa, el vocero presidencial Manuel Adorni responde “Es un tema largo, puede hasta sonar aburrido, pero tengo sueño”. Con tono entre jocoso y pendenciero esa es la respuesta que da un funcionario público frente a la consulta de un trabajador de prensa respecto a la situación económica del país. Ese mismo día, trabajadores de colectivos en el AMBA eran empujados por la patronal a impulsar una medida de fuerza extrema a través de un paro por retención de tareas para no perder salario en términos nominales (o sea ganar menos cantidad de pesos de un mes a otro) frente a la inacción de un gobierno nacional que, lejos de intentar mediar en los conflictos obrero patronales se propone incentivarlos.

Los juegos del hambre parece ser la película que nos quieren hacer vivir Milei y Caputo, y al igual que en la famosa saga, para sobrevivir se propone una pelea entre pares, hermanos, laburantes que padecen una política económica opresiva que solo se basa en que cada día podamos consumir menos. Trabajadores de un sector, en este caso transporte de pasajeros que, luchando por lo que les corresponde, se encuentren con otros laburantes enfrentándolos por no poder viajar es una escena que lamentablemente llegó para quedarse en la Argentina libertaria.

Es miércoles, y en la mañana distintas organizaciones sociales se nuclean en el centro de la ciudad más rica del país a reclamar por la inacción de un gobierno nacional que desde que asumió allá por diciembre del 2023 se dedica a congelar y eliminar partidas presupuestarias de toda índole. Comida reclaman los y las trabajadoras de la economía popular. Comida para los comedores, para familias, para pibes y pibas que no tienen asegurado un plato caliente por día. Comida para cuidar a los viejos, que tampoco llegan.

Aunque parece que esta vez van a tener alguna respuesta por parte de la inhumana ministra de capital humano, todo termina en una nueva emboscada y se desata una represión con una virulencia extraordinaria: balas de goma, palos y gas lanzados por una policía que tiene orden de despejar la calle a toda costa nos remontan a las peores imágenes que recordamos de aquel fatídico diciembre de 2001. De a cinco agarran a uno y lo muelen a palos. De a 7 se llevan a otro arrastrándolo por la calle. Uno le pega una patada artera por la espalda a una señora que llevaba unas bolsas. Otra vez nos encontramos con trabajadores, en este caso uniformados, que también están perdiendo con salarios cada día más magros, que se enfrentan a trabajadores que sólo quieren conseguir comida.

Duele esta Argentina que están fomentando. Duele el individualismo que celebran. Duele ver pibes con hambre y familias desesperadas por la inacción del Estado.

*Politólogo y Analista Económico del Centro de Economía Política Argentina (CEPA)

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