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Cultura

Pérez Esquivel: “El amor nos da sentido como seres humanos”

Durante la presentación de Para ser humanos, en la Feria del Libro, el premio Nobel de la Paz llamó a “construir una sociedad mejor para todos y todas” más allá de las posiciones políticas y religiosas.

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Artista, docente, defensor de los derechos humanos, Pérez Esquivel, a sus 92 años, inició la charla preguntando a los asistentes si se conocían entre sí y ante la respuesta obvia del no, los invitó a saludar al que tenían al lado. “¿Cómo vamos a cambiar el mundo si no nos conocemos; cómo vamos a hacer avanzar esta Argentina tan amada y castigada si no nos conocemos?”, desafió en el recinto de la sala Bioy Casares colmada de personas, con una gran asistencia de jóvenes, de la que también participó el periodista cultural Osvaldo Quiroga.

“Invito a hacer este ejercicio que hago en la facultad el primer día de clases para que se saluden. Este pequeño ejercicio es muy importante porque ese hombre o mujer que tenemos al lado tiene distintas posiciones políticas y religiosas, pero todos tenemos los mismos derechos y por eso tenemos que construir una sociedad mejor para todos y todas y para eso tenemos que conocernos”, explicó.

Pérez Esquivel recibió el Nobel de la Paz en 1980, en plena dictadura militar argentina, vivió la experiencia de los vuelos de la muerte y minutos antes de ser arrojado al Río de la Plata lo salvó la presión de referentes políticos y organismos internacionales. En su exposición en la Feria instó a construir desde el amor, finalmente aquello mismo que lo rescató: “Todo lo que hacemos si no es con la fuerza del amor no tiene sentido. El amor nos da sentido como seres humanos”.

Si bien el Nobel debió retirarse de la sala por una cirugía de urgencia a la que iba a ser sometido su hijo, su breve paso llenó de magia el recinto. En momentos de incertidumbre e incertezas por las políticas que aplica el gobierno nacional, deseó a todos los presentes en especial a los jóvenes “tener mucha fuerza y esperanza”.

“No se olviden de sonreírle a la vida, si sonreímos quiere decir que no nos vencieron”, afirmó Pérez Esquivel, un ejemplo de lucha y resiliencia que perdió a su madre de muy pequeño, vendió diarios en la calle, pasó hambre y se crio en un orfanato, separado de sus otros hermanos. Desde ese lugar luchó por los más débiles, los pueblos originarios y los perseguidos por motivos políticos.

Para ser humanos reúne a través del diálogo con Melicchio, la historia de vida de Pérez Esquivel y rescata la figura de Jaime Nevares, Leonardo Boff, monseñor Enrique Angelelli, asesinado en la dictadura militar. El libro, de editorial Marea, también da cuenta de que el Nobel trabajó en parroquias y en barrios, donde se interesó por la situación de los oprimidos y los marginados.

En 1976, fundó el Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ), para colaborar con las comunidades indígenas y las personas en situación de vulnerabilidad.

Adolfo Pérez Esquivel recibió el Premio Nobel de la Paz en 1980 por su trabajo en contra de las violaciones a los derechos humanos. En los diálogos también reflexiona sobre la tiranía de los medios de comunicación, el capitalismo salvaje, la ansiedad exacerbada, la necesidad del equilibrio social sobre el desarrollo per se y, en especial, la búsqueda de la paz y la no violencia. Porque la humanidad tiene que recuperar la esperanza, pero una esperanza activa, basada en la espiritualidad, más allá de las religiones, uniendo energías para ser cada vez más humanos.

Análisis

La cultura se destruye, ¿o se hace desaparecer su industria?

Este somero resumen histórico demuestra que no hay encono ideológico, si no supremacía de los intereses de las grandes distribuidoras y plataformas en parcelar los gustos, hundir todo proyecto que ellos no puedan controlar desde sus empresas (Netflix, HBO, Disney etc) y ganarse todas las audiencias posibles con todos los formatos a su disposición.

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Por Leonardo Napoli*

Cuando escucho o leo que el presidente Milei quiere destruir la Cultura Argentina, pienso que, para semejante empresa, no tiene ni la capacidad ni la posibilidad de hacerlo. Lo que si tiene es un gran poder de fuego para hacer daño. ¿Se han destruido culturas a lo largo de la historia de la Humanidad? Si. Pero fueron procesos de muchos años y estas líneas no son motivos de ese análisis, ni el que escribe capaz de desarrollarlo.

Lo que el gobierno de Milei intenta es destruir la industria, en este caso cultural. Pasar de un país, en vías de industrialización, a otro primarizado, extractivista, dentro de  un modelo de flujos de capitales  financieros con finalidad especulativa sin interés puesto en el desarrollo nacional. 

¿Es la primera vez que esto sucede? No

La  Argentina fue, desde fines del siglo XIX, un centro de atracción y consumo de todas sus expresiones artísticas culturales. El Teatro Nacional, que nació en el picadero de un circo, llegó a convertirse en un negocio, protagonizando el gusto popular  hasta que hizo irrupción la radiofonía. Con ésta llega el radioteatro y la industria discográfica con altos niveles de audiencias. El tango ganó mercados no solo nacionales sino internacionales. Nada de lo escrito hasta aquí es novedoso. Cualquier estudiante de artes lo sabría. 

Hacia mediados de la década del 30 del siglo pasado comienza lo que mas tarde llegó conocerse como la época de oro del cine argentino. Nace en los albores  de la revolución de 1943 y muere con el bombardeo a la Plaza de Mayo en 1955. Lucas Demare, Hugo Fregonese, Luis Moglia Barth, Hugo del Carril, Luis Sandrini, Enrique Muiño, Tita Merello o los 5 Grandes del Buen Humor, son producto y resultado de una Argentina en franca expansión industrial. Homero Manzi, guionista de grandes éxitos, recorre Latinoamérica sumando mercados de habla hispana. Después de la Segunda Guerra Mundial, EEUU, una vez cesado, en parte, el negocio armamentístico, va hacia el control de su cinematografía en la región. 

Todo lo relatado hasta aquí de las industrias fue casi sin la intervención estatal.   Quizás sí, algunas producciones de características históricas recibieron apoyo estatal, como el caso de “Su Mejor Alumno” de   Demare, Manzi , Petit de  Murat, Magaña y Muiño.

Las nuevas generaciones que llegaron después de 1955 se vieron cercadas por las presiones de la industria hollywoodense que decididamente cuestionó el mercado latino ganado por el cine argentino, llegando a amenazar con la no provisión de las vacunas Sabin, si el cine argentino insistía en comprar negativos Kodak para abastecer el mercado.

En 1957 el recordado Leopoldo Torres Nilsson insta a la Revolución Libertadora a la creación de un Instituto Nacional de Cine y lo logra.  Fue a partir del gobierno de  Frondizi con características desarrollistas que nació un nuevo organismo que promovió, dio crédito, y fomentó al cine nacional. Por esa iniciativa  llegan,  Antín, Khon, Favio, Kuhn, Solanas, Getino entre otros. Con la recuperación democrática de 1973 el cine vuelve a ganar masividad con resultados casi nunca mas superados.

La televisión argentina se funda con la impronta estatal en 1951 a instancia de Jaime Jankelevich y Juan Perón, que vislumbraron el nuevo formato que competiría directamente con el cine, el teatro y la radio. En menos de diez años la televisión argentina se transforma, de tal manera, que los televisores, inaccesibles en una época, pasan a ser artículos populares de fácil acceso. Así nació la televisión privada, después que el Estado demostrara que ahí había un negocio próspero.

Los artistas nacionales aglutinaban el gusto familiar, las audiencias sin detrimentos de otros géneros, superan todas las marcas de audiencias, no igualadas hasta la fecha. 

La telenovela argentina gana los mercados latinoamericanos y sus artistas son reconocidos internacionalmente.  Pero en 1976 con la dictadura cívico militar, otra vez el cine nacional y la industria se ven atacados de la mano de la censura ideológica, las prohibiciones y los exilios. A esa época se la recuerda, entre otras desgracias, porque detrás de esa cuestión ideológica estaba la destrucción de la industria argentina. 

Con el advenimiento de la democracia en 1983 asistimos al resurgimiento de un nuevo cine  argentino y una televisión poniendo en valor toda la capacidad artística y técnica que se mantuvo intacta hasta que se vio interrumpida en 1990 con la Reforma del Estado de características neoliberales. No sólo se vendieron las empresas estatales como Gas del Estado, Aerolíneas Argentinas, Ferrocarriles, Entel, si no que pasamos de una producción de  50 películas anuales en la década del 80 a 11 en 1991 y 12 en 1992. La televisión da paso a las “Latas extranjeras” y la producción de los canales, ahora privatizados, dejaron de tener el impacto masivo de la década del 60, 70 y 80. Otra vez vemos como los procesos recesivos impactan en las industrias culturales. En 1994, por la lucha de los realizadores, artistas y trabajadores sindicalizados del sector  promulgan a través del Congreso Nacional la Ley 24.377 de fomento al cine.

Además, nuevas formas dan pie  para apostar por los artistas y realizadores argentinos. Amigos son los Amigos, Grande Pá, Poliladron, Gasoleros etc. Confirman el gusto popular por sus artistas otorgándole mas de 40 puntos de audiencias en cada salida, superando por raiting a las producciones extranjeras. 

Lentamente, en las postrimerías del uno a uno y ya en las puertas del 2001, cae otra vez la industria y se va a restablecer  recién con los acontecimientos politicos resurgidos entre 2003 y 2015. El récord de asistencia se  logró en 2014 con 52 millones de espectadores de los cuales el 20 % apostó por el cine argentino.

Este somero resumen histórico demuestra que no hay encono ideológico, si no supremacía de los intereses de las grandes distribuidoras y plataformas en parcelar los gustos, hundir todo proyecto que ellos no puedan controlar desde sus empresas (Netflix, HBO, Disney etc) y ganarse todas las audiencias posibles con todos los formatos a su disposición.

Para finalizar vale una anécdota. Cuando se pensó “Amigos son los Amigos” Gustavo Yanklevich le dijo a los autores: “Quiero una historia para las 21 hs, que junte a tres generaciones de galanes, Enzo Viena, Carlos Calvo y el jovencito Pablo Rago. Es el momento que se junta la abuela, la madre, el padre  y los chicos a la mesa y no quiero que discutan por cambiar de canal”. Esa simple, pero verdadera historia nos abre un nuevo desafío para preguntarnos. ¿Es sólo una cuestión de puestos de trabajo lo que está en disputa? ¿Es sólo que en estos lugares de fomento habría  corrupción? ¿Será que los argentinos  y argentinas del siglo XXI estaremos etariamente tan separados que los padres no sepamos cuales son,  ni conozcamos a los ídolos de nuestros hijos, ni ellos los nuestros, con el consiguiente desarrollo de un destino de Nación?

Debemos defender lo que otras generaciones consiguieron, porque sería un pecado de Lesa Historia no dar esa pelea. Que sepan por lo menos, que no fuimos indiferentes a todo lo recibido como patrimonio a ser resguardado, donde lo de todos es un continente inexpugnable digno de ser defendido y preservado.

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