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Cultura

«La noche adentro»: Un encuentro en el desierto

La noche adentro puede verse en el Cine Gaumont (Rivadavia 1635, Ciudad de Buenos Aires) a las 14:20 y 22:15 horas en la Sala 2 y, a partir del 9 de mayo, a las 18:30 en la sala 3.

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Por Nicolás Lachman

La acción transcurre en un paraje alejado mendocino en 1978. María (Mónica Lairana) trabaja junto a su padre (Chicho Vargas) y los días no se alejan mucho de lo monótono. Una noche, una militante herida (Valeria Luz Aparicio) golpea la puerta, buscando refugio. Entre el terror que reina fuera de la casa y las tensiones que crecen dentro, se desarrolla La noche adentro (dirigida por Carina Piazza y Alejandro Alonso, Argentina, 2023). De acuerdo con Piazza, la película es “un drama intimista en el que se cuelan algunas notitas de thriller”.

En ese sentido, como en un buen film de suspenso o terror, La noche adentro se destaca por un gran trabajo con el sonido y el fuera de campo: los ladridos de los perros, los utensilios de cocina, el camino de ripio y, sobre todo, el viento que ruge interminablemente y se eleva así a la categoría de cuarto protagonista. El largometraje de Piazza y Alonso no sólo es oscuro, sino también frío en su clima, aunque no sabemos si transcurre en otoño o en invierno. Sus colores apagados se interrumpen solamente cuando la ficción es alternada por imágenes documentales de los setenta filmados en radiantes e imprecisos colores (y sin sonido). Estas imágenes de archivo nos traen un marco histórico de luchas populares y represión y, además, de multitudes, que contrasta con el desierto y la soledad de la ficción.

La llegada de Salazar, la guerrillera herida y perseguida por la represión dictatorial, produce un choque en el hogar patriarcal donde poco parecía cambiar. Expresa una fractura, que se da no únicamente entre la militante y los no militantes, sino también entre la vida urbana y la rural y entre las diferentes edades y clases sociales. Piazza y Alonso aportan una mirada de género al cine sobre los años ’70.

Claroscuros

En ese triángulo que se construye en la clandestinidad, hay suspicacias, pero también un intento de comunidad; los seres pueden ser mezquinos, pero también valientes y solidarios. La guerrillera quiere volver con sus compañeros, pero no está en condiciones físicas y se encuentra en una geografía extraña. Padre e hija quieren retenerla y no sabemos si es porque quieren protegerla o si hay otras razones. El miedo y el deseo atrapa a todos y construye personajes complejos.

La noche adentro indaga sobre un sistema que construye modos de vigilancia y control, sobre cómplices y el espanto de quienes sufren las persecuciones y deben escaparse o morir, pero también sobre relaciones íntimas y personales y sobre el amor, la desesperación y los modos de sobrevivir y luchar en la coyuntura política”, contaron los realizadores.

El film continúa una línea de producciones mendocinas de valor -como La educación del Rey (dirigida por Santiago Esteves, 2018) y Muere, monstruo, muere (Alejandro Fadel, 2019)-, posibilitada en gran parte por el fomento a los cines regionales. Su continuidad se ve amenazada por la política (o, si se prefiere, ausencia completa de política) cultural oficial.

La noche adentro puede verse en el Cine Gaumont (Rivadavia 1635, Ciudad de Buenos Aires) a las 14:20 y 22:15 horas en la Sala 2 y, a partir del 9 de mayo, a las 18:30 en la sala 3.

Entrevista con Carina Piazza y Alejandro Alonso, realizadores de La noche adentro

“Las imágenes ofrecen una experiencia vital sobre el mundo”

“Durante la dictadura, nosotros éramos chicos, pero, en nuestros recuerdos, las vivencias de la época se han instalado y siguen latentes. Era una necesidad para nosotres hablar de esto, revisar eso que sentíamos, algo que no se hacía presente ante nuestros pequeños ojos, pero estaba allí y no podíamos evitar: la percepción de un entorno hostil y peligroso, del mal acechando afuera, implacable, arrasando con todo. La noche adentro es un ejercicio por reconstruir ese terror, nombrarlo y exponerlo, para que no se repita, para que no lo permitamos nunca más”, contó Carina Piazza, co-directora de La noche adentro, en diálogo con El Argentino.

– ¿Cómo fue el proceso de realización?

Piazza: Fue un proceso bastante extenso y se inició allá por 2014. Al principio era solo un sueño lejano, pero luego de un recorrido por diversos concursos de desarrollo, en el invierno de 2019 por fin pudimos filmar. Lo hicimos durante cinco semanas en la localidad de Lavalle, provincia de Mendoza. Después de eso, inmediatamente arrancamos con la post-producción, pero lamentablemente la pandemia detuvo el proceso. Con mucho esfuerzo, pudimos retomar el trabajo y finalmente estrenar en marzo del 2024, en medio de un contexto que nos habla de lo necesario de revisar nuestra historia.

– Entre otras cosas, se destaca el trabajo con el sonido y el fuera de campo. ¿De qué manera pensaron estas herramientas y las llevaron adelante?

Alejandro Alonso: Pensamos que, a través del sonido, quizás era posible narrar el estado de ánimo social de los años ‘70. Una presencia del terror que no podemos nombrar, pero sí intentar concebir a partir del sonido: un vacío, un agujero frío, intensificar la densidad de la rutina, suprimir sonidos de naturaleza que contextualizaban la historia, dejar el viento. Un sonido sordo, atmosférico, impersonal que da cuenta de los estados materiales y emocionales de los personajes, su soledad, pero también su tenacidad y persistencia. Usar el sonido como una fuente de conocimiento, como por ejemplo la rutina en el campo y el cuerpo sometido a esa rutina, el cuerpo herido y el cuerpo que intenta liberarse de esa costumbre, el cuerpo que huye o el cuerpo que sostiene un presente. Acentuar esa experiencia hasta que se vuelva exasperante.

– Cuéntennos acerca de las imágenes de archivo que atraviesan la ficción. ¿Por qué aparecen en esos momentos?

Alonso: El material de archivo, que fue cedido por Jorge Gusmán, interviene la ficción con la idea básica de construir un espacio temporal concreto, preciso, una forma del terror en alguna de las secuencias, pero también como un archivo afectivo, personal de los personajes. Sentimos que la experiencia de la memoria es capaz de hacer brotar encuentros imprevistos con los recuerdos que aparecen como pequeños instantes de verdad. Las imágenes ofrecen una experiencia vital sobre el mundo.

Futuro

– ¿Tienen pensado algún futuro proyecto audiovisual juntos?

Alonso: Por ahora, no como proyecto audiovisual. Es difícil pensar en el futuro realmente.

– ¿Cómo observan el presente y el futuro del cine nacional?

Piazza: El panorama resulta bastante desolador, con la desaparición del área de Fomento del INCAA y el despido y las licencias de los trabajadores, pensar en la posibilidad de líneas de apoyo y financiamiento resulta una ingenua fantasía. Sobre todo para quienes hacemos cine desde las provincias, el INCAA resulta fundamental. Es la política federal del instituto la que ha logrado descentralizar la producción cinematográfica, la que hizo posible que se filmara en todas y cada una de las provincias de la Argentina. Sin el INCAA, se restringe la construcción de nuestro imaginario, de nuestra identidad socio-política, se apagan nuestras voces, se cierran nuestros ojos.

Análisis

La cultura se destruye, ¿o se hace desaparecer su industria?

Este somero resumen histórico demuestra que no hay encono ideológico, si no supremacía de los intereses de las grandes distribuidoras y plataformas en parcelar los gustos, hundir todo proyecto que ellos no puedan controlar desde sus empresas (Netflix, HBO, Disney etc) y ganarse todas las audiencias posibles con todos los formatos a su disposición.

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Por Leonardo Napoli*

Cuando escucho o leo que el presidente Milei quiere destruir la Cultura Argentina, pienso que, para semejante empresa, no tiene ni la capacidad ni la posibilidad de hacerlo. Lo que si tiene es un gran poder de fuego para hacer daño. ¿Se han destruido culturas a lo largo de la historia de la Humanidad? Si. Pero fueron procesos de muchos años y estas líneas no son motivos de ese análisis, ni el que escribe capaz de desarrollarlo.

Lo que el gobierno de Milei intenta es destruir la industria, en este caso cultural. Pasar de un país, en vías de industrialización, a otro primarizado, extractivista, dentro de  un modelo de flujos de capitales  financieros con finalidad especulativa sin interés puesto en el desarrollo nacional. 

¿Es la primera vez que esto sucede? No

La  Argentina fue, desde fines del siglo XIX, un centro de atracción y consumo de todas sus expresiones artísticas culturales. El Teatro Nacional, que nació en el picadero de un circo, llegó a convertirse en un negocio, protagonizando el gusto popular  hasta que hizo irrupción la radiofonía. Con ésta llega el radioteatro y la industria discográfica con altos niveles de audiencias. El tango ganó mercados no solo nacionales sino internacionales. Nada de lo escrito hasta aquí es novedoso. Cualquier estudiante de artes lo sabría. 

Hacia mediados de la década del 30 del siglo pasado comienza lo que mas tarde llegó conocerse como la época de oro del cine argentino. Nace en los albores  de la revolución de 1943 y muere con el bombardeo a la Plaza de Mayo en 1955. Lucas Demare, Hugo Fregonese, Luis Moglia Barth, Hugo del Carril, Luis Sandrini, Enrique Muiño, Tita Merello o los 5 Grandes del Buen Humor, son producto y resultado de una Argentina en franca expansión industrial. Homero Manzi, guionista de grandes éxitos, recorre Latinoamérica sumando mercados de habla hispana. Después de la Segunda Guerra Mundial, EEUU, una vez cesado, en parte, el negocio armamentístico, va hacia el control de su cinematografía en la región. 

Todo lo relatado hasta aquí de las industrias fue casi sin la intervención estatal.   Quizás sí, algunas producciones de características históricas recibieron apoyo estatal, como el caso de “Su Mejor Alumno” de   Demare, Manzi , Petit de  Murat, Magaña y Muiño.

Las nuevas generaciones que llegaron después de 1955 se vieron cercadas por las presiones de la industria hollywoodense que decididamente cuestionó el mercado latino ganado por el cine argentino, llegando a amenazar con la no provisión de las vacunas Sabin, si el cine argentino insistía en comprar negativos Kodak para abastecer el mercado.

En 1957 el recordado Leopoldo Torres Nilsson insta a la Revolución Libertadora a la creación de un Instituto Nacional de Cine y lo logra.  Fue a partir del gobierno de  Frondizi con características desarrollistas que nació un nuevo organismo que promovió, dio crédito, y fomentó al cine nacional. Por esa iniciativa  llegan,  Antín, Khon, Favio, Kuhn, Solanas, Getino entre otros. Con la recuperación democrática de 1973 el cine vuelve a ganar masividad con resultados casi nunca mas superados.

La televisión argentina se funda con la impronta estatal en 1951 a instancia de Jaime Jankelevich y Juan Perón, que vislumbraron el nuevo formato que competiría directamente con el cine, el teatro y la radio. En menos de diez años la televisión argentina se transforma, de tal manera, que los televisores, inaccesibles en una época, pasan a ser artículos populares de fácil acceso. Así nació la televisión privada, después que el Estado demostrara que ahí había un negocio próspero.

Los artistas nacionales aglutinaban el gusto familiar, las audiencias sin detrimentos de otros géneros, superan todas las marcas de audiencias, no igualadas hasta la fecha. 

La telenovela argentina gana los mercados latinoamericanos y sus artistas son reconocidos internacionalmente.  Pero en 1976 con la dictadura cívico militar, otra vez el cine nacional y la industria se ven atacados de la mano de la censura ideológica, las prohibiciones y los exilios. A esa época se la recuerda, entre otras desgracias, porque detrás de esa cuestión ideológica estaba la destrucción de la industria argentina. 

Con el advenimiento de la democracia en 1983 asistimos al resurgimiento de un nuevo cine  argentino y una televisión poniendo en valor toda la capacidad artística y técnica que se mantuvo intacta hasta que se vio interrumpida en 1990 con la Reforma del Estado de características neoliberales. No sólo se vendieron las empresas estatales como Gas del Estado, Aerolíneas Argentinas, Ferrocarriles, Entel, si no que pasamos de una producción de  50 películas anuales en la década del 80 a 11 en 1991 y 12 en 1992. La televisión da paso a las “Latas extranjeras” y la producción de los canales, ahora privatizados, dejaron de tener el impacto masivo de la década del 60, 70 y 80. Otra vez vemos como los procesos recesivos impactan en las industrias culturales. En 1994, por la lucha de los realizadores, artistas y trabajadores sindicalizados del sector  promulgan a través del Congreso Nacional la Ley 24.377 de fomento al cine.

Además, nuevas formas dan pie  para apostar por los artistas y realizadores argentinos. Amigos son los Amigos, Grande Pá, Poliladron, Gasoleros etc. Confirman el gusto popular por sus artistas otorgándole mas de 40 puntos de audiencias en cada salida, superando por raiting a las producciones extranjeras. 

Lentamente, en las postrimerías del uno a uno y ya en las puertas del 2001, cae otra vez la industria y se va a restablecer  recién con los acontecimientos politicos resurgidos entre 2003 y 2015. El récord de asistencia se  logró en 2014 con 52 millones de espectadores de los cuales el 20 % apostó por el cine argentino.

Este somero resumen histórico demuestra que no hay encono ideológico, si no supremacía de los intereses de las grandes distribuidoras y plataformas en parcelar los gustos, hundir todo proyecto que ellos no puedan controlar desde sus empresas (Netflix, HBO, Disney etc) y ganarse todas las audiencias posibles con todos los formatos a su disposición.

Para finalizar vale una anécdota. Cuando se pensó “Amigos son los Amigos” Gustavo Yanklevich le dijo a los autores: “Quiero una historia para las 21 hs, que junte a tres generaciones de galanes, Enzo Viena, Carlos Calvo y el jovencito Pablo Rago. Es el momento que se junta la abuela, la madre, el padre  y los chicos a la mesa y no quiero que discutan por cambiar de canal”. Esa simple, pero verdadera historia nos abre un nuevo desafío para preguntarnos. ¿Es sólo una cuestión de puestos de trabajo lo que está en disputa? ¿Es sólo que en estos lugares de fomento habría  corrupción? ¿Será que los argentinos  y argentinas del siglo XXI estaremos etariamente tan separados que los padres no sepamos cuales son,  ni conozcamos a los ídolos de nuestros hijos, ni ellos los nuestros, con el consiguiente desarrollo de un destino de Nación?

Debemos defender lo que otras generaciones consiguieron, porque sería un pecado de Lesa Historia no dar esa pelea. Que sepan por lo menos, que no fuimos indiferentes a todo lo recibido como patrimonio a ser resguardado, donde lo de todos es un continente inexpugnable digno de ser defendido y preservado.

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