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Opinión

La justicia “derecha y humana”

La libertad anticipada otorgada al genocida Juan Carlos Fotea sirve para llamar la atención sobre la permanente doble vara que usan fiscales, jueces y camaristas.

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Por María del Carmen Verdú

La libertad anticipada otorgada al genocida Juan Carlos Fotea sirve para llamar la atención sobre la permanente doble vara que usan fiscales, jueces y camaristas cuando deben decidir excarcelaciones, salidas transitorias, arrestos domiciliarios, libertades asistidas o condicionales respecto de una u otra persona. Lejos de aquello de juzgar bien sin mirar a quien, las cosas no funcionan del mismo modo cuando se trata de genocidas de ayer o de represores de hoy.

Las cárceles de todo el país rebalsan de personas privadas de su libertad por delitos infinitamente menos graves que el terrorismo de estado y más de la mitad ni siquiera están condenadas. De ellas, muchas ya han superado el mínimo de tiempo requerido para hacer viables esos derechos.

Entre 2001 y 2021 pasamos de 34.000 personas privadas de libertad en cárceles a más de 100.000, a las que hay que sumar alrededor de 20.000 en comisarías. Este crecimiento brutal del encarcelamiento no es consecuencia de un aumento proporcional de los delitos.

En el año 2001, la tasa de robos o tentativas de robo era de 1.058,3. En 2021, descendió a 860,4. La tasa de homicidios dolosos era de 8,6 en 2001, y bajó a casi la mitad (4,6) en 2021. Ese desfasaje sólo se explica a partir de las reformas legislativas, como las “leyes Blumberg” de 2004, la ley de flagrancia de 2016 y la ley Petri de 2017, que endurecieron el sistema penal, y de una deliberada política judicial al compás de los discursos manoduristas y la demagogia punitivista, que convirtieron el sistema de derechos y garantías procesales en privilegios inalcanzables para las mayorías vulnerabilizadas.

Pero no pasa lo mismo cuando se trata de policías, gendarmes, prefectos o militares. Ahí, rara vez se dispone la prisión preventiva, aunque el delito sea tan grave como homicidio calificado o torturas seguidas de muerte. En los pocos casos que se logra una condena, enseguida se articulan todos los resortes para que, además de la pena más baja posible, funcionen todos los recursos para que salgan cuanto antes. Para que se entienda: El 95% de los funcionarios de fuerzas de seguridad que van a juicio por delitos aberrantes llegan y se van en libertad, aun condenados, porque se les mantiene la excarcelación mientras tramitan los infinitos recursos.

Si se aplicara al universo de personas bajo proceso penal el mismo criterio en materia de encarcelamiento efectivo que cuando son genocidas de ayer o represores de hoy, las cárceles quedarían vacías.

No hemos escuchado, ante la libertad anticipada del asesino de Rodolfo Walsh, entre otros muchos crímenes de lesa humanidad, esas voces airadas de la derecha que reclaman, para el pobrerío, “cumplir la pena hasta el último día” o aúllan “que se pudran en la cárcel” y piden perpetua para pibes y pibas de 15 años. Como decía el calco de propaganda de la dictadura cívico-militar-eclesiástica, de pronto son todos “derechos y humanos”, con los jueces a la cabeza, dignos garantes del sistema.

Las opiniones expresadas en la presente nota de opinión y/o análisis son las de los autores. No pretenden reflejar las opiniones de El Argentino Diario o de sus integrantes. Las denominaciones empleadas en la misma y la forma en que aparecen presentados los datos que contiene no implican, de parte de El Argentino Diario juicio alguno sobre la información y/o datos y/o valoraciones aquí expuestas.

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Opinión

E pluribus unum (De muchos, Uno)

Por Santiago González Casares.

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Por Santiago González Casares @filosofopueblo

Hace rato que me anda dando vueltas por la cabeza esta frase, se me aparece no solo frente a ciertos dilemas de la vida cotidiana, sino, sobre todo, frente a ciertas lecturas de la realidad política actual.

Me pregunto cuántos de nosotros, y cuando digo nosotros, no es un nosotros de señoría, sino que hablo de esa intima comunidad que se genera tanto en el acto de escribir como en el de leer, nosotros que estamos ahora, aquí, hablando.

Vos y yo, que estamos compartiendo una palabra, un gesto (el de leer, el de escribir) decía cuántos de nosotros conocemos el significado de la frase que elegimos de título, de todos, ¿UNO? Si bien es solo un aparente detalle, (este si es de señoría) el hecho de que la mayoría de nosotros no sepamos que significa esa frase, esa declaración inaugural “de muchos, Uno” muestra primero que ya no leemos, el ritmo vertiginoso de la información que nos bombardea lo impide.

Esto hace que a veces caiga en el desánimo, y pienso que quizás ya no seamos muchos los que aún nos endilgamos en esta gratuidad, en algo para nada, porque si, como el hecho de escribir, el hecho de ponerse a leer.

Quizás más grave sea que no sepamos que es el lema que se encuentra en el billete de un dólar, que es el lema del capital. Lo que sospecho es que quizás, tamaña frase, encierre algo profundo, algo trascendental. ¿Qué significa entonces, de muchos, Uno? ¿Para qué hablar del tema?

Por un lado, no es casualidad que la frase aparezca en el dólar, ya que el capital, más aún en su fase cibernética tiene todas las características de lo divino.

Sin ir más lejos, el capital es omnipresente (mercancía), omnipotente (mercado), omnisciente (algoritmo) tanto o más que cualquier definición teológica o expresión religiosa de la figura de Dios.

El capital tiene las dotes de definir, nada más y nada menos que la realidad. Sin duda me refiero al hecho del avance del metaverso, ese aparente e inminentemente reemplazo total y definitivo de lo virtual por sobre lo real (el oxímoron realidad virtual). Más allá de su presencia en el funcionamiento útil del mundo, es decir, su dimensión técnica, el capital en su forma cibernética logra ocupar hasta las profundidades más extremas de la subjetividad, el deseo y por qué no, la fe.

La realidad más real, el capital.En filosofía, la metafísica es aquella que se encarga de la realidad, la disciplina que dedica todos sus esfuerzos en intentar definirla. El Uno puede decirse de muchas maneras, es más, UNO es una de las primeras palabras de la filosofía (Parménides). Una imagen entre muchas, pero que tiene la ventaja de ser celebre y gráfica, es el Leviatán de Hobbes, aquel monstruo unánime hecho de todos y todas, al menos aquellos que aceptaron el contrato social, empeñando su libertad individual por la libertad política y colectiva. Uno seria entonces el pueblo, de muchos pueblos, este, el nuestro, la Patria.

Muchos siendo UNO es sin duda una imagen política, antes que nada. El desafío de la política seria entonces lograr acordar entre muchos y actuar como UNO, es decir en el caso del Leviatán mover cada parte del cuerpo colectivo de manera harmoniosa y efectiva para lograr el bienestar de cada átomo de ese cuerpo y al mismo tiempo, de su totalidad.

Que el bienestar del individuo sea el de la comunidad en tiempos electorales, es pensar la Unidad, el Uno y no la división, es el gran desafío de cualquier coalición que se presente para gobernar lo público, lograr el nos-otros unido y organizado.La pregunta es: ¿es ese nuestro lema?

¿Qué símbolo lo acompaña? En EEUU, el “de muchos, uno” está representado por un águila preparada para el combate; nosotros, ¿estamos listos para pelear por nuestros designios políticos? ¿Estamos listos para combatir como aquellas madres milagrosas de aquel entonces? ¿Sabemos a quién debemos combatir?

Hoy por la verdad memoria y justicia, mañana por la paz pan y trabajo, ¿existe alguno que se mantenga en el tiempo? ¿Y un símbolo? Quizás una simple variación del americano: De muchos, nos-otros.

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