Hace unos días volví a leer “Desde el jardín” de Jerzy Kosinski, funciona como un despabilador. Una frase del primer capítulo quedó rebotando: “Chance entró en la casa y puso en funcionamiento el aparato de televisión. El aparato creaba su propia luz, su propio color, su propio tiempo. No estaba sometido a las leyes físicas que acababan siempre por doblegar a las plantas. Todo en la pantalla aparecía en forma confusa y entremezclada, pero al mismo tiempo suavizada: el día y la noche, lo grande y lo pequeño, lo flexible y lo quebradizo, lo suave y lo áspero, el calor y el frío, lo cercano y lo distante. En ese mundo en colores de la televisión, la jardinería era como el bastón blanco de un ciego. Cambiando de canal Chance podía modificarse a sí mismo”.
Entonces recordé a Adorno y Horkheimer en “Dialéctica del iluminismo”, sobre todo esa característica de la industria cultural de uniformización de los individuos y de los productos culturales. Imaginé a muchos millones de Chance frente a pantallas diferentes transmitiendo lo mismo y a cada uno, una de ellos, ellas hundiéndose en la ilusión de libertad que ese mundo ficticio de colores ofrece.
Luego imaginé que esos millones quedaban anclados en TN y como en una pesadilla me invadieron imágenes de un mundo distópico trillado: oscuro, con neblina eterna, lluvia radiactiva, contaminado y con el sol a punto de explotar.Afortunadamente la humanidad no se rinde y en cada ciclo intenta des-cubrir lo mejor de sí misma.
La concentración de los medios masivos de comunicación incide en los procesos políticos, culturales, económicos y sociales hoy más que nunca porque su alcance se extiende mucho más allá de las pantallas, los diarios, las radios y las redes sociales. Como decía Eliseo Verón la “mediatización” es la profunda transformación de los mecanismos, materialidades y dispositivos de “representación” y “construcción” del tejido social.
Basta recordar el mensaje que emitió Clarín en su tapa inmediatamente después del intento de asesinato de Cristina Fernández de Kirchner: “La bala que no salió y el fallo que si saldrá”. El Grupo Clarín es un holding empresario que concentra una gran cantidad de medios y empresas y sus accionistas mayoritarios (la familia Herrera de Noble y Héctor Horacio Magnetto) integran el ranking de las personas más ricas de Argentina con fortunas que superan los 1000 millones de dólares.
Voceros consecuentes de la derecha oligárquica, colaboradores de la dictadura y defensores a ultranza de sus intereses de clase no dudan en distorsionar la verdad en función de sus objetivos: el poder y la acumulación de ganancias.
El 27 de diciembre de 1999 el Grupo Clarín se constituyó como Sociedad Anónima, impulsados por la oleada neoliberal de financiarización, concentración y extranjerización de la economía. En ese contexto, Goldman Sachs, un inversor líder estadounidense, realizó una inversión directa en el Grupo Clarín S.A de unos U$S6.500 millones, con una participación del 18% de las acciones.
En octubre de 2007 Clarín comenzó a cotizar sus acciones en las Bolsas de Londres y Buenos Aires. La apertura correspondió al 20% de su capital e incluyó la mitad de la tenencia de Goldman Sachs. En junio del 2012, Sachs vendió parte de sus acciones a Booth American Company Investment LLC y a Ralph F. Booth también grupos inversores de Estados Unidos.
En septiembre de 2013 Clarín comenzó a cotizar en la Bolsa de New York.Ese mismo año la Lockheed Martín una empresa que fabricaba armamento, valuada en US$347,63 millones compro acciones de Clarín. En junio de 2017 la fusión con Telecom elevó el capital nominal de la empresa a U$S7.000 millones declarados hasta entonces, hoy debe ser mucho mayor (*)Diario Clarín, Olé, Revista Ñ, Rural, Pymes, Genios, La voz del Interior, Radio Mitre, La 100, Artear, Pol-Ka, Flow, Fibertel, Personal, Cablevisión y más de 250 licencias de televisión por cable, entre otras adquisiciones, son parte del conglomerado mediático del Grupo Clarín. Si esto no es concentración entonces qué.
De ahí la vital importancia de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. La desconcentración como garantía de pluralidad, diversidad y libertad de expresión.Entre paréntesis, no olvidemos que los mismos que predicaron la “libertad” frente a la intervención del Estado son aquellos que no dudaron en recurrir a su salvataje cuando necesitaron pesificar sus deudas en dólares.
¿De qué hablan entonces los productos de la industria cultural que consumimos? Cuando nos imprimimos “Clarín miente” decimos mucho más que eso, buscamos descubrir este entramado de poder que genera contenidos con la intención de destruir todo aquello que amenace sus privilegios. Este grupo empresario y algunos más, como La Nación, operan de la misma manera y a veces logran efectivamente penetrar en el tejido social, otras ese tejido opone resistencias.
El futuro inmediato tendrá que ser de batallas culturales que, desde la trama comunitaria, transformen la pesadilla distópica en el mundo que seamos capaces de soñar, recuperando la capacidad crítica hacia la emancipación y la verdadera libertad.
(*) Fuente: Tésis 11