En medio de la coyuntura actual, donde las palabras y las cosas se entremezclan y se vuelven indistinguibles, el autor reflexiona sobre la necesidad de recuperar el sentido y la épica en la comunidad.
“Remontar el barrilete en esta tempestad”(Ricardo Mollo)
La coyuntura, toda coyuntura (conjungere, juntar), tiende a sobreexponer, a apilar las cosas las unas sobre las otras de modo tal que se vuelve casi imposible distinguirlas entre sí. La palabra es una de estas cosas, quizás la más afectada por dicha coyuntura, se entremezclan las palabras de tal manera, aplastadas las unas sobre las otras, que hace indiscernible significado alguno, pero sobre todo que hace imposible la elaboración de sentido alguno.
Las palabras y las cosas se ven profundamente desmerecidas, indistinguibles las unas de las otras, deshonradas, rebajadas. La proliferación desmedida de registros de las novedades incesantes, y su sobreexposición sistemática alimentan la permanente divulgación de la norma. Esta norma está conformada indistintamente por lenguajes jurídicos, epidemiológicos, libidinales, económicos… políticos. No se pueden distinguir entre sí, al punto de coartar completamente los vínculos que los miembros de la comunidad tenemos los unos con los otros. Estos vínculos se ven dominados por la neutralidad de la norma y rebajado a una relación algorítmica, sin permitir el encuentro y consiguiente organización de dicha comunidad.
Esto impide así la conformación de un sentido popular, sentencia el alejamiento del destino final de toda comunidad, la felicidad. El sentido es aquel que permite la emergencia de una épica, de una historia heroica, de un destino amoroso. Es eso lo que debemos recuperar, arrancarle sentido al sinsentido, detener el significado de la palabra en medio de su indiscriminada proliferación vana.
La manera real de lo humano, la manera en que se generan las verdaderas costumbres (ethos) de los humanos, parte de la casa común (oikos), la eco-nomia no es más que el establecimiento de esa casa común; quiero decir que necesariamente el problema es eco-nómico, sin embargo, la solución no lo es. La solución es amorosa.
Una épica debe estar fundada en aquello que define realmente el vínculo entre los seres humanos, debe condecir con el amor y la solidaridad. Estos dos principios conforman, por un lado, el origen de la comunidad (amor) y por el otro, la posibilidad de mantenerlo (solidaridad). Una comunidad para realizarse, para apropiarse de sí misma, debe ser dueña de su destino, pero también de su presente y de su lugar. Es decir que el discurso común debe estar limitado geográfica y temporalmente, y puede ocurrir, si y sólo si, responde del acontecimiento que le ha sido asignado. Sin duda ese algo es el sí mismo de ese colectivo, de ese nos-otros.
La comunidad es el nos-otros apropiado desde lo otro que implica el nos-otros mismos. Ahí está el segundo grado de lo común: lo común apropiado. La comunidad es la instancia ontológica que combina lo común con lo propio, en donde el lugar donde se realiza en individuo en donde se hace tiempo y espacio. Aparece un lenguaje común, un logos, un Principium raddendae rationis desafiado, puesto en cuestión, pues el “nosotros” no condice con razón alguna. Para constituir una comunidad no es condición (ni razón) suficiente que un montón de gente se agrupe en un lugar determinado y lleven sus vidas individuales los unos al lado de los otros, sino que se debe vivir en y con los otros, en tanto se comparte y se defiende una pertenencia, un habitar y un hogar: Argentina.
El gran impedimento de las autoras argentinas siempre fue la invisibilidad.Sería bueno que se difunda por todos los medios a aquellas escritoras olvidadas, que abrieron caminos y muchas veces se las silencia.
El gran impedimento de las autoras argentinas siempre fue la invisibilidad. Los prejuicios contra los que han tenido que combatir. Sería bueno que se difunda por todos los medios a aquellas escritoras olvidadas, que abrieron caminos y muchas veces se las silencia.
Es importante que la educación se nutra de una literatura con sin distinción de género. Desde tiempos arcaicos la mujer tuvo que luchar para ser tenida en cuenta. Ojalá llegue un momento en el que impere la igualdad de lxs que escriben. Aún queda un camino. ¿Por qué tan pocas mujeres recibieron el Nobel de Literatura, el Premio Cervantes o tantos otros reconocimientos?
El Argentino
Llegar a publicar fue y sigue siendo difícil. Recién en el siglo XXI comenzó a abrirse el panorama. Ni Una Menos jugó un papel importante, la lucha feminista, cómo se debatió el aborto legal, seguro y gratuito. Surgieron muchas editoriales independientes en todo el país que permitieron a muchas escritoras ser visibles. La sociedad cambió y por ende también la literatura.
En la actualidad hay escritoras como Luisa Valenzuela, Mariana Enríquez, Samanta Schweblin, Selva Almada, Camila Sosa Villada, Gabriela Cabezón Cámara, María Gainza, Claudia Piñeiro, Belén López Peiró, Yanina Rosenberg, Silvina Giaganti, Ariana Harwicz, Inés Garland, Leila Guerriero, Ángela Pradelli, entre otras. Sin olvidar a Liliana Heker, Alfonsina Storni, Silvina Ocampo, Alejandra Pizarnik, María Elena Walsh, Olga Orozco, Elsa Bornemann, Sara Gallardo, entre otras, y también a aquellas de épocas lejanas como Juana Manso, quien afirmó: “Y llegará un día en que el código de los pueblos garantizará a la mujer los derechos de su libertad e inteligencia”, Eduarda Mansilla, Juana Manuela Gorriti, Emma de la Barra, Elvira Aldao, Leonor Allende, Rosa Guerra y una larga lista de mujeres escritoras.
Hubo una literatura machista donde la mujer estaba relegada. Hoy se ha comenzado a dar vuelta esa concepción. Ahora reciben premios, ocupan lugares en las mesas de las librerías, se escriben críticas sobre sus textos y aparecen en los suplementos literarios y podemos ver a adolescentes con la foto de Alejandra Pizarnik como una referente.
En tiempos en los que la economía, la inflación y el aumento del dólar son los temas del día, es difícil vivir del trabajo autoral. Existen quienes lo logran, pero no son la mayoría. Es difícil mantenerse exclusivamente de los escritos y los precios de los libros están por las nubes.
Por suerte en Argentina existe un tarifario implementado por la Unión de Escritoras y Escritores que incluye rubros como redacción de prólogos y contratapas, conferencias, talleres, escritura por encargo y porcentaje por derechos autorales, todo estipulado de acuerdo con el salario mínimo vital y móvil, lo que permite reconocer a la escritura como un trabajo. Es importante reivindicar a todas las mujeres que escriben, a las que sufrieron marginación, a las excluidas. Es preciso rescatar esas botellas que contienen mensajes y flotan en el mar a la deriva. Nos están esperando