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Salud 🩺

Sarampión, un caso que alerta y marca la necesidad de reforzar la vacunación

Nuestro país presenta tasas globales de vacunación por debajo de lo recomendado para la primera y segunda dosis de la triple viral (sarampión, rubéola y paperas).

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Por Dra. Macarena Uranga, docente colaboradora de la materia Pediatría en la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral y Jefe de la Sección Infectología Infantil del Hospital Universitario Austral.

Un caso de sarampión en Salta encendió las alarmas del Ministerio de Salud. Se trató de la infección en un niño de 19 meses, no vacunado y sin antecedentes de viajes o nexos con casos importados de la enfermedad. Se emitió una alerta epidemiológica ante el riesgo de un nuevo brote y la posibilidad de presentar circulación endémica en Argentina, controlada desde el año 2000.

Nuestro país presenta tasas globales de vacunación por debajo de lo recomendado para la primera y segunda dosis de la triple viral (sarampión, rubéola y paperas). Las razones de la baja cobertura son: falta de acceso, pérdida de oportunidades incrementadas por la pandemia, desinformación y resistencia a las vacunas.

Esto último por temor a que provoquen enfermedades -a pesar de que se ha demostrado que no existe relación alguna-, la preocupación por efectos secundarios causados por sus componentes y la confianza en la inmunización natural. Ideas que carecen de respaldo científico sólido y, en muchos casos, se basan en información incorrecta.

El problema no es sólo argentino. En enero, la Organización Panamericana de la Salud emitió una alerta epidemiológica por las bajas coberturas de vacunas contra el sarampión, la rubéola y la parotiditis; el incremento de casos de sarampión a nivel global; y la ocurrencia de casos importados en América. E instó a los países de la región a elevar la cobertura y mejorar las tres estrategias para interrumpir la transmisión: la vacunación, la vigilancia epidemiológica y la preparación de la respuesta rápida a los brotes.

Las Américas fue declarada región libre del virus del sarampión endémico en 2016. Es la primera región del mundo que eliminó la enfermedad. Sin embargo, la circulación endémica regresó en 2018 en Venezuela y Brasil, con brotes de más de un año de duración.

El sarampión es una enfermedad viral, altamente contagiosa, potencialmente mortal y asociada a secuelas que pueden desarrollarse a corto o largo plazo.

El contagio puede ocurrir antes de la aparición del brote y sin exposición directa al enfermo, ya que pequeñas gotas con el virus permanecen suspendidas en el aire hasta dos horas.

El 90% de las personas susceptibles que se exponen, desarrollan la enfermedad luego de una a tres semanas de incubación.

El 30% de los enfermos presentan complicaciones que van desde la diarrea hasta la neumonía, que ocurre en aproximadamente un 6% de los casos y es la causa más común de muerte.

Las complicaciones neurológicas como encefalitis pueden aparecer en el periodo agudo; a las semanas como encefalomielitis diseminada aguda y, luego de años, como la panencefalitis esclerosaste subaguda (enfermedad infrecuente, pero degenerativa y fatal).

La vacuna del sarampión fue introducida en la década de 1960 y demostró ser altamente eficaz en la prevención de la enfermedad porque protege a los individuos y contribuye a la inmunidad colectiva. Se calcula que la vacunación mundial evitó millones de casos, secuelas y muertes.

No obstante, la disminución sucesiva y permanente en las tasas de vacunación provocó entre 2021 y 2022 un aumento de los casos en el mundo de un 18% (nueve millones) y de las muertes en un 43% (136.000).

Antes del siglo XX, las altas tasas de mortalidad infantil se relacionaban con enfermedades infecciosas y condiciones insalubres. Las epidemias podían tener un impacto devastador por la mortalidad y secuelas que ocasionaban.

Pero las mejoras en las condiciones de vida, los avances en la medicina con el desarrollo de las vacunas y la inmunización masiva de la población, generaron un cambio sustancial en la salud de las comunidades y su calidad de vida.

En la actualidad, el sarampión ocurre predominantemente en personas no vacunadas. Las vacunas han demostrado su eficacia para prevenir la mortalidad y las secuelas relacionadas con enfermedades inmunoprevenibles.

La prevención mediante vacunas es la mejor herramienta de la que disponemos para cuidarnos. No dejemos pasar ninguna oportunidad de prevenir: la evidencia demuestra que es mejor que curar.

Análisis

Es el saqueo, así de sencillo

El abuso de los laboratorios farmacéuticos.

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Por Mario Mazzitelli

En un gráfico sobre la evolución de los precios relativos e inflación (Eco Go – Marina Dal Poggetto) quedó radiografiada la estructura de poder (o relaciones de fuerza) en Argentina.

Iniciada la comparación en diciembre de 2018 y cerrada en febrero de 2024 (62 meses) el índice general de precios fue de 2519% (algo así como multiplicar los precios por 25) Ese cuadro muestra que las jubilaciones se multiplicaron solo por 13,56 y los salarios por 15,17 (pérdidas del 46 y del 40% respectivamente) Para el caso que nos interesa, vemos que los medicamentos se multiplicaron por 34,77 (ganándole al IPC – Índice de precios al consumidor – un 38% y a las jubilaciones un 155% – Por ejemplo: si un jubilado necesitaba el 20% de su ingreso para pagar sus medicamentos luego necesito destinar el 50% para comprarlos. En distintas proporciones se trasladó a todos los sectores de la sociedad) ¿Cómo repercutió en el mercado de medicamentos? Según el Sindicato Argentino de Farmacéuticos y Bioquímicos (SAFYB): “la venta de los remedios cayeron un 35% en los últimos cinco meses…”. Además afirmó que: “el gasto en remedios representa un alto porcentaje del ingreso de los trabajadores activos y reveló que en las farmacias hay un 20% de recetas caídas, lo que significa que las personas que padecen alguna enfermedad dejan de tratarlas por falta de recursos económicos.”

¿Mercancía o remedio?

Con el avance del mercantilismo, la división del trabajo, los descubrimientos científicos, las innovaciones tecnológicas, etc. fue quedando atrás la economía de subsistencia (donde una familia o una aldea producía todo lo que consumía) para dar lugar a la producción para el mercado. ¿Con que objeto? Ganar dinero. Así, la cantidad de dinero inicial con la que empieza una producción se acrecentará al momento de vender el producto (mercancía) y se logrará recuperar el costo más una ganancia. En este proceso de acrecentar la cantidad de dinero se produce una acumulación que, bien invertida, permitirá nuevas innovaciones, mayor producción, etc. En líneas generales, la transacción de vender y comprar resulta conveniente para las partes. El precio convalida la operación. Gana el vendedor y gana el comprador. La pregunta es: ¿Esto es cierto en todos los casos? Supongamos que necesito una mesa y unas sillas. Veo si me gustan (porque se muestran sin secretos) observo la calidad, el precio, el costo del flete, etc. y compro. Feliz el vendedor y yo. ¿Ocurre lo mismo cuando necesito un medicamento? No. En principio es una suerte de caja negra porque desconozco lo que hay adentro, sus componentes, elementos activos, etc.

Como no se puede confiar en los laboratorios la circulación de medicamentos, el Estado tiene el ANMAT (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica) que busca garantizar que estas mercancías sean seguras y eficaces. De manera que confiamos que al tomar un medicamento, estamos consumiendo un producto presuntamente de buena calidad. Y sobre el precio ¿qué conocemos? Nada.

Cuando se unen ignorancia y necesidad, nace una posibilidad de negocio

Hace una década, en EEUU, Martin Shkreli gerente de Touring Farmacéutica, dio una muestra cabal de este asunto. Ejecutó un plan para lograr el monopolio del Daraprim, un medicamento para la toxoplasmosis que salva vidas. Lo aumento un 5.000%. Dado el escándalo y el proceso judicial que se le inició, fue preguntado por una periodista “si bajaría el precio”, su respuesta fue rotunda “no”.

Sin duda se planteaba este dilema dentro de un sistema capitalista: optimizar la ganancia del capital o asumir una actitud solidaria (con quienes necesitaban el medicamento para salvar su vida y no tenían los recursos para comprarlos) Para mucha gente, los intereses de los accionistas (por exagerados que sean) son más importantes que la salud de los pacientes. Es un modelo de negocios despiadado, brutal. Pero no inhumano, porque si ninguna especie puede alcanzar los niveles de solidaridad, amor al prójimo y altruismo al que llegamos los seres humanos; igualmente cierto es que ninguna especie llega a la crueldad de la que somos capaces. Tenemos este dilema porque ambas partes viven en nosotros. Que se exacerbe una u otra, depende del contexto, los sentimientos, cuestiones culturales o políticas; que habilitan al monstruo o al amoroso que llevamos dentro. Si se defiende un sistema en el cual “quien no puede pagar no recibe el medicamento” se resuelve el dilema de la peor forma. Aunque resulte muy habitual.

Sigamos con Martin Shkreli. Nuevamente interrogado si después de semejante aumento (que ocasionó tantas demandas) estaría dispuesto a modificar aquella conducta, con gran cinismo contestó que sí, sería para aumentar aún más el Daraprim. ¿Por qué? Respondió: “En el sector sanitario hay una demanda constante, de esa manera hubiera obtenido aún más ganancias con el precio más alto. Y ese es mi objetivo final. Nadie lo dice ni se enorgullece de eso, pero vivimos en un sistema capitalista que tiene sus reglas y mis inversores quieren que obtenga el máximo de ganancias. No quieren el 50 o el 70%, quieren el 100.” O el 5.000 si fuera posible. ¿Este aumento de precios exorbitante es inmoral? Puede tener distintas respuestas. Lo cierto y concreto es que es legal.

Desde mi punto de vista el problema es que hay una relación desigual, inequitativa, de asimetría de poder entre el comprador y el vendedor. Imagine el lector que necesita un medicamento para el familiar que más quiere en el mundo (hijos, padres…) Su situación de debilidad es total ¿Qué no daría por ellos? Y, del otro lado, un monstruo que quiere apropiarse del máximo de dinero posible. Monstruo gigante, poderoso, fuerte; que puede prescindir de usted. Pero usted no puede prescindir de él. Paga lo que no vale, porque lo que está en juego no es un medicamento, es la vida de su ser amado. Por esta contradicción o dilema, muchas sociedades han socializado la medicina. Yo voy por ese lado. Pero esa es otra historia.

La fuerza de los pulpos

Las industrias farmacéuticas son cada vez más poderosas e influyentes, con tentáculos extendidos en el poder mediático, financiero, político, etc. Tienen una relación parasitaria con los Estados. Estos hacen investigación de base con recursos públicos, y ellos la aprovechan transformándola en ganancia para sus accionistas. Para tomar idea de su magnitud observemos el valor de marca de las principales farmacéuticas en 2023: Johnson & Johnson 12.759 millones de dólares, Roche 8.466, Pfizer 6.201, Merck 5.769, Astra Zéneca 5.595, Bayer 5.471, etc. Son enormes. La liquidez (dinero contante y sonante) que tenían las principales farmacéuticas para todo tipo de acción (compra de empresas competidoras, pago de patentes, fusiones, propaganda, pago de lobistas, dádivas a médicos, periodistas, políticos, etc.) en 2022 superaba los 120.000 millones de dólares (pandemia mediante) Serían la envidia de muchos estados nación (que apenas alcanzan a tener equilibrio fiscal, cuando no déficit) Son un poder dentro de la sociedad que descompensa a la misma democracia.

La ley Oñativia

Éste es un buen ejemplo. Durante el gobierno del Dr Arturo Humberto Illia, su ministro de salud Arturo Oñativia, impulsó una ley sobre medicamentos (la 16.463, promulgada el 9 de agosto de 1964, que pasaría a la posteridad por el apellido del ministro) que marcó uno de los puntos más altos de la democracia argentina. Al tiempo que puso en evidencia las debilidades institucionales y los enormes intereses de los laboratorios. Estos, en una confrontación sistémica contra el gobierno participaron de una acción de desgaste político, que devendría en su caída por acción del golpe de Estado del 28 de junio de 1966. ¿Cuál era el problema? Esta ley de medicamentos estableció una política de precios, de control sobre los medicamentos, recomendaba recetas según genéricos y no por las marcas comerciales, fijaba límites a los gastos en publicidad y a los pagos al exterior en concepto de patentes, regalías y compra de insumos. Iba en defensa de la salud pública y el bolsillo del pueblo. Recibió el apoyo de los partidos populares. La derecha, en cambio, defendió los intereses de los laboratorios, especialmente los extranjeros. La historia no se repite, pero guarda episodios bien parecidos.

La propaganda de medicamentos en los medios masivos de comunicación

Vuelvo a los dilemas. Si no viviéramos en un clima de inseguridad, el negocio de la seguridad no prosperaría. (Recuerdo, hace casi 30 años, haber recibido el ofrecimiento de seguridad privada en torno a nuestro comercio familiar. La rechace. En menos de tres meses sufrí dos asaltos. No pudimos ofrecer pruebas, pero siempre nos quedó la sospecha que el rechazo a la oferta tuvo un precio alto. Sigo.) El productor de medicamentos necesita la enfermedad (como el fabricante de ropa necesita las inclemencias del clima y el buen gusto de sus clientes, o el productor de alimentos el apetito del consumidor) Entonces, como podemos ver en la TV la seductora propaganda de un alfajor de chocolate, también podemos ver la propaganda de medicamentos para las más variadas dolencias. Dolores de cabeza, estomacales, estreñimiento, insomnio, obesidad, disfunción eréctil, etc. Está claro que esto alienta a la automedicación (práctica exageradamente difundida), genera presión sobre los médicos (sienten que el paciente se va más aliviado cuando lleva una receta), eleva el costo y el precio del medicamento de manera artificial, etc. Nunca vi una publicidad de “remedios” que hable de sus contraindicaciones o efectos secundarios. Hacen lo que todo buen vendedor, solo hablan de las bondades del producto; dejando en la oscuridad los daños potenciales. En otro orden (sin opinar sobre la cuestión de fondo) todavía observo los debates alrededor de vacunas poco probadas en torno a su seguridad y eficacia; las que, presumiblemente serían responsables de muchas muertes. Por todo esto entiendo que la propaganda de medicamentos debe estar prohibida. Prohibida.

El Estado debe tener un papel activo en la producción de medicamentos

Los grandes capitales que se invierten en las compañías privadas velan por optimizar sus beneficios. Producir al más bajo costo y vender al mayor precio posible. No trabajan en beneficio de la salud pública sino de sus propios intereses. Es así. “Nunca es triste la verdad y en ocasiones tiene remedio”. Por ejemplo en Argentina, por la Ley 27.113 de 2014, se creó la Agencia Nacional de Laboratorios Públicos (ANLAP) como un ente nacional descentralizado del Ministerio de Salud de la Nación. Su objetivo es coordinar la actividad de los laboratorios públicos de producción de medicamentos. Son varias decenas de laboratorios esparcidos a lo largo y ancho del país. Nacionales, provinciales, municipales, dependientes de universidades o insertos en hospitales, como es el caso del Hospital Posadas. La concurrencia de todos ellos con una política clara, sumando sus capacidades, conocimientos, instrumental, cooperación con laboratorios públicos de otros países, etc. resultaría en una competencia infernal para los laboratorios privados, que deberían esmerarse al extremo para mejorar y abaratar sus productos. Para que esto ocurra solo se necesita el espíritu solidario y patriótico de los protagonistas. Desatar estas potencialidades es un deber de los gobernantes (no sería el caso del anarco capitalismo) para que la renta económica de su producción quede en el pueblo y la salud pública luzca como se merece.

Las opiniones expresadas en la presente nota de opinión y/o análisis son las de los autores. No pretenden reflejar las opiniones de El Argentino Diario o de sus integrantes. Las denominaciones empleadas en la misma y la forma en que aparecen presentados los datos que contiene no implican, de parte de El Argentino Diario juicio alguno sobre la información y/o datos y/o valoraciones aquí expuestas.

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