No podemos decir que sea algo común, ni que la usemos todo el tiempo, sin embargo, la analogía está presente en nuestro lenguaje cotidiano y suele referirse por lo general, a algún tipo de comparación, o a alguna evocación de similitud. Quizás la analogía nos acompañe más de lo que creemos, sobre todo en lo que refiere a la relación con la razón artificial (¿oxímoron?).
La analogía ha recorrido, en la historia del pensamiento occidental, un largo y tortuoso camino. Su representación más renombrada es, sin duda, su forma alegórica, y la más famosa, la alegoría de la caverna de Platón. Esta última se denomina analogía metafísica pues, claro está, se refiere al problema de la realidad. Lo que vemos, percibimos a través de los sentidos, no es más que una sombra de lo que realmente es, solo un reflejo de lo real. Es la imagen (imago, copia) de lo verdadero, la imitación. La realidad no es conocida a partir de aquello percibido por el cuerpo, sino que solo se conoce a través de la inteligencia (noesis). Esta última, en la jerarquía platónica se ubica en el máximo lugar y se ocupa exclusivamente de las Ideas, que a su vez son las formas más elevadas a las que llega el conocimiento. Todo aquello que no es conocimiento, es mera opinión, creencia o conjetura. He aquí quizás la solución a todos nuestros problemas, encontrar una definición de inteligencia, quizás a partir de ahí podemos comenzar a hablar de las cosas, y no de las apariencias.
Un filósofo alemán y puedo decir amigo ya que alguna vez supimos pelearnos, y sobre todo un ser humano entrañable, Markus Gabriel, niega rotundamente que las máquinas tengan inteligencia, de ahí la palabra que concluye la sigla, artificial. Esta noción parecería terminar confirmando la sospecha de Gabriel ya que, si se refiere al artificio, no puede ser inteligencia, es decir, en términos metafísicos, no lidia con lo real, sino más bien con una imitación. No puede bajo ningún punto de vista tener inteligencia un objeto del mundo sensible, no hay teléfono inteligente, lo apago y listo, se acabó la inteligencia. Ustedes me dirán que la inteligencia también es resolver problemas y que la misma tiene una relación con la velocidad para resolver dichos problemas. Sin duda, sin duda, pero ¿qué sabrán las máquinas de amor, que sabrán de belleza?
Markus no es el único, el reconocido músico Nick Cave, reaccionando contra una versión que un artilugio cibernético llevó a cabo a partir de sus canciones, “creando” una canción en su estilo; se enfureció frente a lo pésima que dicha canción era y sentenció, – This is shit!, o algo así. Han hecho también que una máquina IA imite la pintura de Rembrandt con un resultado fabuloso, pero claro, puede ser “como” Rembrandt, pero necesariamente nunca podrá ser Rembrandt. Siempre estará del lado de la imitación, de la copia. Walter Benjamin habla del aura, de algo irrecuperable y único en la obra de arte, imposible de ser reproducido. Es que eso es el ser humano, el único capaz de crear de valores nuevos, el único capaz de hablar de las cosas y no solo comparar con los escritos ya acontecidos.
En el dichoso ChatGPT, nueva herramienta académica que amenaza con sacudir las bases pedagógicas del mundo de la educación, la máquina no hace más que combinar aquello que le hemos ingresado previamente por eso le es imposible hablar de las cosas, ya que solo puede imitar aquellas interpretaciones que le han antecedido. Quizás nuestro problema frente al avance descarnado de la tecnología, no sea tanto evaluar hasta qué punto la máquina puede avanzar en su afán por reemplazarnos, sino que, habiendo entendido que esto es imposible, podamos recordar que aún podemos interesarnos por las cosas, las que importan, a las que ninguna inteligencia artificial accederá jamás, aquellas que lidian con nuestra realidad.
El Presidente felicita a matemático argentino Luis Caffarelli por recibir Premio Abel
Caffarelli, nacido en Buenos Aires, fue galardonado por sus contribuciones a las ecuaciones diferenciales parciales y problemas de límite libre. La conversación se llevó a cabo en una videoconferencia en la que también participaron el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación y el decano de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA.
El presidente Alberto Fernández, felicitó al matemático argentino Luis Caffarelli, quien se convirtió en el primer latinoamericano en recibir el Premio Abel, considerado el máximo galardón en matemáticas a nivel mundial. Durante una videoconferencia realizada desde Nueva York, el mandatario destacó la importancia de la educación pública argentina y señaló que el reconocimiento a Caffarelli es un orgullo para el país.
El investigador, nacido en 1948, estudió Matemáticas en la Universidad de Buenos Aires, donde se doctoró en 1972. Desde 1997 forma parte de la Universidad de Texas, Estados Unidos, y fue galardonado con el premio Abel por sus contribuciones a la comprensión de las ecuaciones diferenciales parciales y los problemas de límite libre.
El Presidente manifestó su intención de recibir pronto a Caffarelli en Argentina y resaltó la importancia de apoyar la educación pública en el país. La conversación también contó con la participación del ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, Daniel Filmus, y el decano de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, Guillermo “Willy” Durán.
El premio Abel, que se entrega desde 2003, lleva el nombre del matemático noruego Niels Henrik Abel y está dotado con 7,5 millones de coronas noruegas (unos 700.000 euros). Con esta distinción, Luis Caffarelli se convierte en el tercer latinoamericano en recibir un premio de este tipo, después del brasileño Artur Avila en 2014 y el cubano Carlos E. Kenig en 2008.