El entramado comunitario de los movimientos sociales resuelve las necesidades urgentes
En un contexto de estigmatización de las organizaciones populares y, ante el intento de opacar el trabajo cotidiano de millones de personas, El Argentino recorrió el día a día de las redes comunitarias.
Marcela se levanta a las seis de la mañana, todavía es de noche en Ciudad Oculta, prepara el desayuno para compartir y espera el micro que los llevará hacia el campo La Foresta en La Matanza.
“Trabajo en agroecología La Foresta. Me siento orgullosa de ser parte. Antes me las rebuscaba vendiendo lo que fuera en una feria. En la organización me empecé a capacitar y hoy doy talleres de huerta en escuelas y jardines. Me siento feliz por mí y por lo que puedo hacer por los demás. La organización es fundamental porque aprendemos todos de todos”, contó Noemí Marcela Carrizo, trabajadora de la economía popular.
El trabajo agroecológico que realizan desde el movimiento popular La Dignidad en La Foresta forma parte del proyecto integral de arraigo y vuelta al campo. A partir de los saberes preexistentes en la comunidad e incorporando nuevos, grupos de trabajadores y trabajadoras de diferentes villas de CABA, trabajan la tierra y producen alimentos.
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“Lo que producimos no lo vendemos, lo repartimos entre los vecinos del barrio y garantizamos alimento sano para toda la comunidad”MARCela, trabajadora agroecológica.
Además en el barrio realizan trabajo textil, en salud, clases de boxeo, apoyo escolar, sostienen comedores populares. “Hoy por hoy, si no fuera por la organización popular sería muy difícil subsistir. Habría que ir por todos lados tirando semillas para que a nadie le falte la comida”, manifestó.
En busca del reconocimiento
Patricia Recalde vive en la Villa 21-24, desde hace tres años forma parte de la Corriente Villera Independiente.
“Yo era cartonera. Años atrás era difícil conseguir trabajo, me había separado, me armé un carrito con latas de picadillo y salía con mis hijos a cartonear. Hoy estoy orgullosa de pertenecer a la organización porque peleamos por un sueldo digno. Nosotros no queremos planes, queremos un salario digno y el reconocimiento de nuestro trabajo”, explicó.
El trabajo de reciclado y recolección en el barrio arrancó hace casi diez años. Primero fueron puerta a puerta explicando a los vecinos la importancia de separar los residuos, luego organizaron los recorridos. Hoy no sólo recolectan y separan sino que reciclan y ampliaron el trabajo más allá de los límites del territorio.
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Patricia, que está en la Corriente Villera desde hace tres años, tuvo la idea de extender el trabajo hacia Pompeya: “Ahora tenemos 300 casas por las que pasamos a recolectar. Lo que para otros es basura, para nosotros es una herramienta de trabajo”.
Patricia cumple hoy 54 años y dice que tiene la fortaleza de una persona de 25. “Nuestra lucha es por el trabajo. Acá se cae uno y todos vamos a estar para ayudarlo. Estoy en el lugar que me corresponde”, remarcó.
Avanzar codo a codo
Cuando Mónica Zárate empezó a organizarse, lo hizo para transmitir a las mujeres cómo enfrentar las situaciones de violencia en el Barrio Padre Mugica (ex Villa 31), donde vive.
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“Cambió mi vida cotidiana y la vida de nuestros vecinos y vecinas porque después de tantos años de trabajo comunitario, ellas mismas ya buscan cómo solucionar los problemas que tienen en el día a día. En mi caso hoy puedo hablar, compartir y sé que no estamos solas porque nos vamos llevando de la mano. Eso cambió mi forma de pensar y mi conducta”, expresó Mónica.
“El potenciar trabajo no alcanza para subsistir, son 19.800 pesos por mes. Nosotros además tenemos el comedor. Podemos compartir entre todos. Tenemos cuidadoras de niños y niñas para ayudar a las compañeras que trabajan en reciclado y limpieza del barrio. Mientras salen a trabajar sus cuatro horas. Hoy necesitamos que ese salario sea más alto”, concluyó.