Con el auspicio de Lula como presidente anfitrión, casi la totalidad de los mandatarios sudamericanos convergieron ayer en Brasilia para relanzar a la UNASUR
Los presidentes de Sudamérica, salvo la ilegítima mandataria de Perú Dina Boluarte (que llegó al cargo tras el golpe constitucional a Pedro Castillo), volvieron a verse la cara y darse la mano tras un largo período sin registrarse cumbres regionales significativas. En concreto, con el auspicio político del Jefe de Estado anfitrión Luiz Inácio “Lula” Da Silva, los gobiernos del Cono Sur se reencontraron en una cita atípica, una cumbre ajena a cualquier tipo de corsé institucional -el cónclave en la capital brasileña se realizó, en los hechos, por afuera de las arquitecturas comunes de la región-, pero con el capital de contar con la voluntad política necesaria para sentar las bases de una refundación integracionista.
En términos oficiales, los líderes sudamericanos dialogaron en Brasilia para construir “salidas políticas consensuadas a los temas de agenda convergentes, tanto en materia de infraestructura económica, comercial o energética”. Pero, bajo esa esquela informativa bien intencionada, pero con poca sustancia política, el motor del suceso radica en un hecho bien concreto que surcó todos los off periodísticos lanzados al continente ayer desde Brasilia: el interés de los presidentes progresistas por relanzar al bloque UNASUR.
El Argentino
Un dato interesante del reencuentro presidencial sudamericano en Brasilia fue la participación del Jefe de Estado venezolano Nicolás Maduro, que no pisaba suelo brasileño desde el 2015 para manifestar, primero, su rechazo al golpe parlamentario contra Dilma Rousseff, y su desacuerdo político profundo con el gobierno de Jair Bolsonaro. El regreso de la Venezuela bolivariana y chavista a un mecanismo de concertación zonal, la futura mesa política común incluirá a gobiernos progresistas moderados como el liderado por Gabriel Boric en Chile, implica superar la reitera diatriba macartista contra Caracas y sumar al concierto regional a una administración con fuentes reservas petroleras.
En segundo lugar, resulta significativo destacar la intención diplomática de Brasilia de sentar en el nuevo espacio integracionista a todos los gobiernos sudamericanos, incluso a los que tienen una visión aperturista de la economía zonal. Por ese motivo, ayer Lula como su par argentino Alberto Fernández celebraron la participación del presidente neoliberal ecuatoriano Guillermo Lasso.
Gisela Padovan, secretaria para América Latina y Caribe de la Cancillería brasileña, fue muy explícita cuando en rueda de prensa reiteró cuál era el objetivo político de una cita impulsada por un presidente como Lula que puede jactarse de haber protagonizado tanto la primera como la segunda oleada progresista: “Brasil desea que este diálogo sirva para discutir la posibilidad de volver a contar con un mecanismo de integración puramente suramericano, que sea permanente, inclusivo y moderno que incluye a los doce países de la región, independientemente del color de su Gobierno”.
Una obra en tres actos, tres personajes en un café, un damero amplio, un lugar vacío, y al fondo una mesa pequeña, y sentados allí, Platón, Nietzsche y Perón.
Ne vous déplaise en dansant la Javanaise,nous nous aimions, le temps d’une chanson. (Serge Gainsbourg)
A lo/as compañero/as del café
El Argentino
Me resulta aburridísimo tener que emprender la tarea de comentar por enésima vez lo poco que ocurre en la escena política argentina, la libertad y la justicia social, que el hombre sólo es libre en comunidad, que elige la libertad de estar con los demás.
Porque es tedioso redundar en lo mismo, continuar hablando de los discursos que no dicen nada, que giran sobre sí mismos sin voluntad alguna de llegar a las cosas, a los problemas ni a los fundamentos que los sostienen.
O, peor aún, detenerme a señalar los recurrentes discursos morales que perdonan solo a los que los profesan detentando la autoridad para juzgar a todos y cada uno de los denunciados sin necesidad de prueba alguna.
Es por esto, para darle algo de relieve a la chatura del discurso reinante, que decidí hacer una puesta en escena, similar al debate del domingo, pero propia, un debate sobre las cosas que yo estimo dignas de conversar, las que permanecen en el tiempo, las que siempre vuelven a brotar.
El Argentino
Una obra en tres actos, tres personajes en un café, un damero amplio, un lugar vacío, y al fondo una mesa pequeña, y sentados allí, Platón, Nietzsche y Perón.
Primer acto, Platón.
Platón es el primero en tomar la palabra y decide contar una anécdota de cuando su maestro, Sócrates, se juntó con su amigo Fedón para charlar sobre la naturaleza del alma. El alma, digna de una meditación profunda, aparece inicialmente como eterna e infinita. Para explicarlo, Sócrates observa que en el mundo natural “todo nace de su contrario”, como el día de la noche, la noche del día, la primavera del invierno, etc., y de la misma manera, la vida nace de la muerte, y la muerte, de la vida.
De la misma manera, el alma no tiene fin, sino que reencarna eternamente, y es por eso que no aprendemos nada nuevo, sino que recordamos nuestro aprendizaje adquirido en vidas pasadas. En un tiempo, en donde todo es nuevo y efímero, el alma yace eterna. En el fondo, para Platón, no hay ninguna novedad, no hay nada nuevo, todo se repite, eternamente.
Nietzsche, segundo acto.
El Argentino
Nietzsche, que nunca se llevó bien con Platón, toma la palabra, levanta la voz y asevera con aires de profundo convencimiento que la belleza es lo único que importa, y que la única manera de hacerla es ¡Aquí! ¡Ahora! Qué es esa belleza la que vuelve una y otra vez al mismo lugar, eternamente. Es esta su famosa fórmula, la más afirmativa de esta existencia, único resguardo frente al avance del nihilismo y el renunciamiento del ascetismo religioso; el eterno retorno del instante. Debemos vivir como si cada instante fuera a eternamente recurrir, volver a nosotros, en el mismo orden y sucesión. Eternamente regresar al instante presente como la única manera de vivir en la belleza y reivindicar esta vida y nada más.
Tercer acto, Perón.
Perón toma la palabra, celebra ambos discursos recién acontecidos y concluye que, frente a la insistencia de la necesidad de novedad, la novedad por la novedad misma, el imperativo del cambio, esa exigencia tan capitalista, tan fetichista, que todo debe cambiar, todo el tiempo; debemos pensar lo eterno, lo que no sabe cambiar.
La novedad se dice hoy en términos empresariales o científicos innovación, cada emprendimiento debe antes que nada ser innovador, innovar algo, cambiar. A este mandato tan actual, que siempre promete algo distinto, diverso, novedoso, oponerle un pensamiento de lo mismo, de aquello que no cambia, que permanece en el tiempo. En Platón, Perón recupera el alma del pueblo como el lugar de la idea, y en Nietzsche, la idea eterna de la vuelta.
La idea de soberanía, no hay que inventarla, se debe recuperar, la independencia, se debe reconquistar, y la justicia, siempre debe ser social. A partir de un ideal de nación se puede construir la coyuntura y la realidad efectiva, y, para eso está la doctrina, quizás mejor que novedad, sea actualización.
El Argentino
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