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Opinión

La libre contaminación de los ríos

Javier Milei, contaminación del río, derecho de propiedad, recursos hídricos, Código Civil argentino, bien común, Argentina, millonarios extranjeros, Estado Nacional Argentino

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El-Argentino- Milei - Villarroel.

Por Guillermo Usandivaras

Hace un par de días, en Argentina, el candidato más votado en las elecciones primarias, Javier Milei, sostuvo que “en el caso de una empresa que contamina el río, lo que no está bien definido es el derecho de propiedad. Esa empresa puede contaminar el río todo lo que quiera”. Luego, se preguntó: “¿Adónde está el daño? ¿Dónde está el problema ahí? Eso, en realidad, habla de una sociedad a la que le sobra el agua y el precio del agua es cero”.

Anteriormente en sus planteos ya había negado el cambio climático, el terrorismo de Estado y la mera existencia de la idea de justicia social, entre otras cuestiones. Ahora, con esta nueva agenda en defensa de la contaminación de los ríos, pone en riesgo el concepto de ‘orden público’, un principio legal que prevalece sobre la propiedad privada y, por lo tanto, no puede ser objeto de transacciones comerciales, está fuera del mercado. Hablamos de la preservación de la vida, no se puede asignar un valor finito al agua, su importancia es incalculable.

El líder de la Libertad Avanza, una vez más, refleja el desprecio sobre todo lo que tiene que ver con el bien común. La defensa de la libre contaminación de los ríos pone en jaque el acceso de la población a un bien imprescindible no solo para la vida humana sino para la vida toda. Pero, el telón de fondo de esta proclama no es solo de carácter ecológico o humano, sino que detrás de esto se esconde el debate sobre el derecho de propiedad de los ríos argentinos.

Según indica el artículo 2.340 del Código Civil argentino, están comprendidos entre los bienes públicos “los ríos, sus cauces, y toda otra agua que tenga o adquiera la aptitud de satisfacer usos de interés general”, como “los lagos navegables y sus lechos”.

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El debate sobre el derecho de propiedad del agua de los ríos no es inocente. En Argentina hay innumerables casos de apropiación ilegal de recursos hídricos por parte de empresarios argentinos y extranjeros que violan leyes provinciales y nacionales, y pasan a ser “okupas” de escenarios naturales que deberían estar abiertos al público. El modelo libertario no es más que la defensa de quienes detentan propiedad sobre nuestros ríos.

Soros, Benetton, Lewis y Turner se encuentran entre los varios millonarios extranjeros que usufructúan recursos hídricos públicos en la Argentina. Así como decíamos que no niegan el Cambio Climático porque están locos sino porque defienden intereses. Podemos decir que detrás de este discurso deshumanizante en defensa de la contaminación del agua, se pone en discusión uno de los pilares fundamentales en la construcción del Estado Nacional Argentino, nuestro territorio.

Análisis

Esequibo, el viejo cuento de piratas y la doctrina Monroe

La prensa mundial está feliz. Tiene una nueva historia de terror para jugar con los nervios del público.

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Por Oleg Yasinsky*

El tirano venezolano armado por el dictador ruso está por invadir un pobre país indefenso para quitarle su territorio y sus riquezas.” De diferentes formas repiten más o menos la misma idea que debería alertar al mundo democrático y aumentar el dudoso rating de sus principales guardianes: las FFAA de los EEUU y de la OTAN.

Para entrar en materia, imaginemos una escena de tiempos pasado: A las bahías de la costa sur del Caribe, que durante siglos fueron tan apreciadas por los piratas ingleses llegan los buques de guerra de la recién triunfada y aplaudida por las masas progresistas del mundo democracia estadounidense y le dice a la corona de Londres, “se acabó. Ustedes se van. Esto ya es nuestro. Y si quieren quedarse les tocará negociar ahora con nosotros”.

Esta es la “Doctrina Monroe”, que hace pocos días celebró su 200 aniversario (pese al dicho de que no hay un mal que dure cien años), un pensamiento imperial hecho un proyecto oficial de todos los gobiernos norteamericanos sin excepción ninguna, que lo pusieron en práctica con sus marines, golpes de estado, bloqueos económicos y campañas mediáticas con su gran especialización en guerra informativa.

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América para los americanos“, proclamada por el único país americano sin nombre propio, y que ponía a todo un continente en la mesa de las élites más insaciables e ignorantes del mundo, fue solo un preludio para la actual agenda de la guerra global, donde los adversarios ya se ven enfrentados en las trincheras de los pueblos de América contra el gobierno racista gringo de turno, sino en la hidra transnacional financiera de color, nacionalidad, edad y sexo indefinidos, con su representación legal y mundana en el departamento de estado de los Estados Unidos y en frente, la humanidad entera.

Un tema muy importante relacionado con la “Doctrina Monroe” es el apoyo, hace 200 años, de los EEUU a la lucha de los países latinoamericanos por su independencia, con el propósito de volverlos permanente y completamente dependientes de sus propios intereses.

Estamos viendo que la lógica de las “revoluciones de colores” comenzó hace 200 años, y que nuestros pueblos necesitaron a grandes visionarios como Simón Bolívar y José Martí para de inmediato darse cuenta de esta amenaza mortal. En el siglo pasado su realización consistía en una permanente imposición de los brutales regímenes fascistas y de las democracias bananeras en América Latina.

En este siglo, la globalización neoliberal la convirtió en el virus planetario. Ahora vemos con algo de asombro, que los países de Europa Occidental, que hace poco a muchos de nosotros nos parecían ejemplares y tan dignos de imitar, que ahora son incluso más patios traseros de EEUU que sus vecinos geográficos. Pero la actual “Doctrina Monroe” necesita una redefinición.

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En lugar de “América para los americanos“, ahora con la bendición del Santo Musk debería ser “La Vía Láctea para las trasnacionales”.

Pero, por ahora, bajemos de las estrellas a la selva del Caribe. A cualquier persona que conozca mínimamente la historia de la conquista y la independencia de América, el surgimiento de la Gran Colombia y luego de Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá mientras en el norte del continente permanecían intactas las colonias europeas, la farsa judicial del laudo arbitral de 1899 en la lejana París, sin la participación de Venezuela y los múltiples ejercicios geográficos de los cartógrafos europeos imperiales, (los mismos que separaron con líneas geométricas a los pueblos de África para imposibilitar la integración del continente), no le puede quedar duda a qué país debería pertenecer la orilla occidental del río Esequibo.

No es un tema de revisionismo histórico sino de mínima lógica de los intereses foráneos. Guayana parece ser un Kosovo suramericano con el único propósito de ser el centro infalible para cualquier provocación contra los vecinos irrespetuosos de la “Doctrina Monroe”.

La excusa del crecimiento económico de Guayana del 58% es una farsa. Es como hablar del “milagro económico de Pinochet” mientras la mitad del país apenas sobrevivía.

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Según el contrato del 2016, la ExxonMobil pagaba al estado guayanés el 2% de sus utilidades hasta recuperar el 75% de su inversión.

Por la experiencia mundial sabemos, que ExxonMobil siempre tendrá los lobbistas y abogados mucho mejores que el gobierno de Guayana (por si acaso algún día a ese gobierno se le ocurriera dejar de ser su gerente), quienes siempre demostrarán que su cliente trabaja con las mínimas utilidades, sufre enormes pérdidas, no recupera la inversión y su trabajo en el país es casi una obra de beneficencia.

Otro ejercicio interesante sería comparar los activos de ExxonMobil y del estado guayanés. Según la información abierta, en 2021 la empresa ExxonMobil tenía un capital de USD 338 923 millones. El PIB de Guayana en el mismo año equivalía a USD 8 044 millones.

No es difícil deducir entonces el tipo de relación existente entre el estado y la empresa privada, que lo contrata para sus necesidades empresariales.

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La historia del Esequibo

Es injusto que el continente conozca la causa de las Malvinas y hasta los últimos meses ni siquiera conociera el nombre de Esequibo, que el mundo sigue escribiendo con la ortografía inglesa como “Essequibo”.

En vez de un jaguar de la selva guayanesa se asoma un león escondido en la sombra del escudo real británico.

Tampoco conoce el mundo la historia de la rebelión y la masacre de Rupununi en enero de 1969, cuando los indígenas y mestizos se sublevaron en esta parte del Esequibo, por sus derechos a ser parte de Venezuela, y el gobierno de Caracas de entonces, prefirió no complicar las relaciones con sus amos y vecinos, ignorando la tragedia a pocos kilómetros de su frontera oriental, dibujada por los ingleses.

Cuando el ejército guayanés torturó, violó y asesinó a quién sabe cuántos civiles, pues nadie supo con exactitud estos datos, ya que en esta tierra de nadie todas las estadísticas son relativas, las únicas cifras que merecieron un buen cálculo fueron las de los barriles de petróleo para ExxonMobil.

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El bello paisaje rupestre de Esequibo, con sus mil encantos, sorpresas y secretos, está por despertar, para empezar por fin a vivir su propia historia que camina por los senderos de la selva con los pies descalzos de su gente.

*Periodista ucraniano chileno, investigador de los movimientos indígenas y sociales en America Latina, productor de documentales políticos en Colombia, Bolivia, Mexico y Chile, autor de varias publicaciones y traductor de textos de Eduardo Galeano, Luis Sepúlveda, José Saramago, subcomandante Marcos y otros al ruso. Columnista de RT y Tele Sur.

Las opiniones expresadas en la presente nota de opinión y/o análisis son las de los autores. No pretenden reflejar las opiniones de El Argentino Diario o de sus integrantes. Las denominaciones empleadas en la misma y la forma en que aparecen presentados los datos que contiene no implican, de parte de El Argentino Diario juicio alguno sobre la información y/o datos y/o valoraciones aquí expuestas.

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