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Análisis

Más sobre la envidia

Por Marcelo Sebeiro.

Publicado hace

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Por Marcelo Ceberio (IG @marecloceberio)

A veces el envidiado ni se entera de los sentimientos dolientes del envidioso. Nadie dice “¡Yo te envidio!”, porque el envidioso intenta ocultar sus emociones y prefiere no demostrar su minusvalía y operar con sarcasmo y desvalorización al éxito de su interlocutor.

Manifestar o explicitar la envidia sería un síntoma de salud. En el ámbito laboral, cuando el jefe envidia a su subordinado (el superior sobre el inferior), las conductas envidiosas son más complejas y ensortijadas.

Más aún cuando el subordinado es lindo, atractivo e inteligente, todas virtudes que a los ojos del envidioso se hallan amplificadas.Un recurso del envidioso consiste en señalar que el envidiado llegó hasta donde llegó por conexiones políticas, o porque sale con el gerente, o que detrás de su apariencia inteligente, hay un drama familiar… “¡Uh esto le durará poco porque subió demasiado rápido!”.

Un jugador de fútbol envidioso no pierde ocasión para descalificar como juega el envidiado o incluso de manera tímida o inocente darle una buena patada. La envidia no respeta lejanía ni cercanía afectiva. La envidia entre amigos o hermanos, es doblemente una apuesta a esos sentimientos negativos.

De cara al éxito del cercano afectivo, el envidioso desea que el adversario del exitoso se quede con el trofeo, o juegue mejor el partido, o sea el elegido para el cargo laboral, o le vaya mejor en el examen, o que el novio la deje y se vaya con la mejor amiga.

Esta envidia es lasciva, traicionera, porque mientras que el envidioso hace como que es feliz por los logros de la amiga, por detrás desea profundamente que fracase: no lograr su éxito, sino que fracase. Detrás de la felicitación del envidioso, está el deseo de destrucción.

Las opiniones expresadas en la presente nota de opinión y/o análisis son las de los autores. No pretenden reflejar las opiniones de El Argentino Diario o de sus integrantes. Las denominaciones empleadas en la misma y la forma en que aparecen presentados los datos que contiene no implican, de parte de El Argentino Diario juicio alguno sobre la información y/o datos y/o valoraciones aquí expuestas.

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Análisis

Vientos de integración

Con el auspicio de Lula como presidente anfitrión, casi la totalidad de los mandatarios sudamericanos convergieron ayer en Brasilia para relanzar a la UNASUR

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Por Emiliano Guido

Los presidentes de Sudamérica, salvo la ilegítima mandataria de Perú Dina Boluarte (que llegó al cargo tras el golpe constitucional a Pedro Castillo), volvieron a verse la cara y darse la mano tras un largo período sin registrarse cumbres regionales significativas. En concreto, con el auspicio político del Jefe de Estado anfitrión Luiz Inácio “Lula” Da Silva, los gobiernos del Cono Sur se reencontraron en una cita atípica, una cumbre ajena a cualquier tipo de corsé institucional -el cónclave en la capital brasileña se realizó, en los hechos, por afuera de las arquitecturas comunes de la región-, pero con el capital de contar con la voluntad política necesaria para sentar las bases de una refundación integracionista.

En términos oficiales, los líderes sudamericanos dialogaron en Brasilia para construir “salidas políticas consensuadas a los temas de agenda convergentes, tanto en materia de infraestructura económica, comercial o energética”. Pero, bajo esa esquela informativa bien intencionada, pero con poca sustancia política, el motor del suceso radica en un hecho bien concreto que surcó todos los off periodísticos lanzados al continente ayer desde Brasilia: el interés de los presidentes progresistas por relanzar al bloque UNASUR.

Un dato interesante del reencuentro presidencial sudamericano en Brasilia fue la participación del Jefe de Estado venezolano Nicolás Maduro, que no pisaba suelo brasileño desde el 2015 para manifestar, primero, su rechazo al golpe parlamentario contra Dilma Rousseff, y su desacuerdo político profundo con el gobierno de Jair Bolsonaro. El regreso de la Venezuela bolivariana y chavista a un mecanismo de concertación zonal, la futura mesa política común incluirá a gobiernos progresistas moderados como el liderado por Gabriel Boric en Chile, implica superar la reitera diatriba macartista contra Caracas y sumar al concierto regional a una administración con fuentes reservas petroleras.

En segundo lugar, resulta significativo destacar la intención diplomática de Brasilia de sentar en el nuevo espacio integracionista a todos los gobiernos sudamericanos, incluso a los que tienen una visión aperturista de la economía zonal. Por ese motivo, ayer Lula como su par argentino Alberto Fernández celebraron la participación del presidente neoliberal ecuatoriano Guillermo Lasso.

Gisela Padovan, secretaria para América Latina y Caribe de la Cancillería brasileña, fue muy explícita cuando en rueda de prensa reiteró cuál era el objetivo político de una cita impulsada por un presidente como Lula que puede jactarse de haber protagonizado tanto la primera como la segunda oleada progresista: “Brasil desea que este diálogo sirva para discutir la posibilidad de volver a contar con un mecanismo de integración puramente suramericano, que sea permanente, inclusivo y moderno que incluye a los doce países de la región, independientemente del color de su Gobierno”.

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