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Opinión

“Estrés financiero”

El domingo 4 de diciembre se cumplirán tres años de la cesación de pagos de la entonces primera exportadora argentina, el grupo Vicentin. Lo llamaron estrés financiero. 36 meses después resulta necesario reparar en algunos de los hechos y también en ciertas historias que sintetizan una nueva etapa de colonización del estado nacional al servicio de capitales privados.

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Por Carlos Del Frade

La empresa agroindustrial santafesina Vicentín informó el jueves 5 de diciembre de 2019 que puso en marcha un proceso de reestructuración de pagos debido a una «situación de estrés financiero» y anunció que está «evaluando distintas alternativas» para afrontar los «compromisos adquiridos». De esta manera, una de las empresas agroindustriales argentinas más importantes anunció en un comunicado que «ha iniciado un proceso de reestructuración de pagos a partir de una situación de estrés financiero que afecta actualmente a la empresa».

“Dada la trascendencia de la compañía como activa compradora del mercado de granos, autoridades de la BCR y del Centro de Corredores concurrieron al recinto del Mercado Físico de Granos para compartir con sus operadores el comunicado oficial de Vicentín y evaluar los acontecimientos”, señaló la entidad a través de un comunicado. Y agregó que “la BCR continuará atenta a la evolución de la situación en los diferentes mercados”.

La compañía sostuvo que a pesar de haber realizado inversiones por US$ 900 millones en los últimos 10 años en sus plantas de molienda, biodiesel, etanol y en sus puertos que conllevó a «un significativo aumento» en el tonelaje molido y exportado, la firma «se ha visto negativamente afectadas por un contexto de crisis recurrentes, aumento de tasas de financiamiento, cierre de mercados y el incremento permanente del costo argentino».

A partir de este escenario, la compañía comunicó que están «evaluando distintas alternativas y trabajando para poder cumplir los compromisos adquiridos».

Más allá de las afirmaciones de la empresa, cuyo titular, Alberto Padoán, ha sido presidente de la Bolsa de Comercio de Rosario durante muchos años e integrante de la Comisión de Seguimiento de la Política Fiscal de la provincia de Santa Fe; el último balance presentado por Vicentín, correspondiente al año 2018, arrojó una facturación de 118.015 millones de pesos.

Una monumental suma de dinero que la ubica como la séptima empresa más importante de la Argentina entre las mil que más venden.

Esa facturación equivale a vender por 323 millones de pesos diarios; 13,4 millones de pesos por hora y 224.533 pesos por minuto.

Cifras que no parecen tener relación con una supuesta situación de estrés financiero.

Columna

Eso que llaman Inteligencia Artificial

Algunas aventuras del colonialismo tecnológico.

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El-Argentino-El futuro del periodismo, cooperación e Inteligencia Artificial.

Por Fernando Buen Abad Domínguez

Por más entusiasmados que se muestren sus vendedores, no aceptemos esa “Inteligencia Artificial” de mercado como si fuese un logro tecnológico inocente. Más parece una emboscada para comerciar con el “big data” (y su saqueo de información) que, en la práctica, ha sido mayormente manipulación de datos para los negocios de la dictadura tecnológica imperial. No aplaudas la ingeniería burguesa para la alienación. Lo inteligente sería democratizarla.

Del uso mercantil de la “Inteligencia Artificial” podemos esperar todas las canalladas (y peores) que el capitalismo nos impone y nuestra tarea científica es desarrollar una Semiótica para la Revolución de la Conciencia, armada con métodos y praxis emancipadas y emancipadoras. Aquí no omitiremos el tejido militar subyacente en todo desarrollo de coloniaje tecnológico.

Se supone que “Inteligencia Artificial” debiera ser herramienta auxiliar de la Inteligencia Social para resolver los problemas que asfixian a la humanidad. Que debiera ser arma emancipadora para dignificar la producción social del conocimiento y la vida. No emboscada de mercachifles.

Esto no es una denostación del progreso ni de la tecnología, es una interrogación profunda sobre él, su veracidad y utilidad al servicio de qué de quiénes. Naturalizaciones del Espanto. Claro que escudriñamos el carácter contradictorio de la Inteligencia Artificial que, en el modo de producción burgués, tiende a manipular los productos del trabajo para encumbrar ganancias con el Caballo de Troya tecnológico de un “desarrollo” que sigue siendo la ley del amo para controlar a los pueblos, al tiempo que perfecciona las condiciones y las herramientas de dicho control en tiempos en que la IA va cobrando fama y aplicaciones todavía no explicadas ni consensuadas con los usuarios involucrados.

No pocos adoradores de la tecnología son fanáticos de cierta “eficiencia” que al capitalismo le resulta muy útil y refrescante. Alimentan sus anhelos de perfección productiva y rentable.

Ese dogmatismo también es templo de no pocos ejecutivos de oficina, asistentes administrativos y mandos intermedios que son fanáticamente optimistas sobre los beneficios de la IA en la totalidad del proceso de producción, con ello reverencian la sensibilidad de sus patrones y la certeza de que son, cada día, más invencibles.

Nosotros debemos estar advertidos y listos para ofrecer batalla científica des-alienante, en el corazón del propio proceso laboral incluso dentro de los campos científicos y académicos.

Dicen algunos que no se trata de omitir la intervención humana sino de perfeccionar sus capacidades. Desde 1956 John McCarthy la caracterizó, en el seno de la Conferencia de Dartmouth, como una diversidad compleja de especialidades que suponen su aplicación en campos del mercado, del entretenimiento o las actividades lúdicas, matemáticas, escritura y diagnóstico de enfermedades.

Sostienen algunos que sintetiza, sistematiza y simplifica operaciones intelectuales complejas. Eso incluye algoritmos simples o vinculación con redes neuronales artificiales, símiles de funciones propias del cerebro humano, con ayuda de modelos de aprendizaje en escalas y profundidades diversas.

Lo que se llama hoy “Inteligencia Artificial” interpela una multiplicidad de fenómenos y problemas sociales históricos que exigen posicionamiento de disciplinas actualizadas para una Filosofía de la Tecnología honesta que en tiempo real y despliegue una ética para las máquinas. Especialmente ante el uso de los datos (la información) que tiene rango histórico conflictivo de clase porque se trata de un Derecho Humano Fundamental e inalienable. En 2019 la Comisión Mundial de Ética del Conocimiento Científico y la Tecnología (COMEST) de la UNESCO definió “Inteligencia Artificial” como producción tecnológica que involucra dispositivos con habilidades para copiar o reproducir funciones propias de la inteligencia humana, como el aprendizaje, el razonamiento, la solución de problemas, la interacción lingüística e incluso la producción de trabajos creativo y “arte”. Así de serio es el asunto científico y político.

En su fase actual, algunos dueños de las Inteligencias Artificiales como Alexa, el Google Siri, los traductores, YouTube, o “chatbots” como ChatGPT, y Tesla Autopilot… están empeñados en fabricarse prestigio como vanguardias seductoras para ganarse la confianza de un cierto “sentido común” al que suele dejar invisible la trastienda mercantil de sus inventos máquinas que “imitan” funciones cognitivas y el manejo o control procesadores, que almacenan datos (de propiedad colectiva) sobre un área para usar algoritmos, aprender de esos datos y manipularlos en toma de decisiones mercantiles. Eso incluye sensores físicos y sensores mecánicos, pulsos eléctricos u ópticos. Así de avanzados y así de peligrosos si no hay regulación democrática de su “desarrollo” y sus aplicaciones.

No nos amedrentan con oscurantismo tecnológico. Sabemos de sobra que la tecnología en manos del capitalismo es herramienta de saqueo, desinformación y opresión alienante. No nos toman el pelo con palabrerío “técnico”: “Inteligencia Artificial” a espaldas del pueblo es alienación.

Ahora dicen que se trata de un “aporte” donde convergen las más avanzadas prácticas tecnológicas con sus metodologías, conocimientos, profesionales y líderes científicos reunidos bajo un mismo propósito que en realidad no es otra cosa que perfeccionar el armamento explotador del capitalismo para sobrevivir a sus propias crisis terminales.

Esa versión de la “Inteligencia Artificial” (IA) intoxicada por la lógica de la mercancía, contra la humanidad, en realidad es una empresa “tecnológica” al servicio de las mismas ofensivas económicas y políticas, que son la esperanza de sobrevivencia del mercado mundial capitalista, que dice ser “la realidad”, sólo “la realidad” y nada más que “la realidad”. El modelo publicitario con que se vende, a sí misma la IA, anhela nuestra admiración y respeto. Nos pide defenderla con la vida porque enriquece a los medios, los modos y las relaciones de producción capitalistas. Y, dicen, que es por nuestro bien. Sube sus ganancias la Industria Militar.

Esa “Inteligencia Artificial” es una tentación a la que accede presuroso el Estado burgués, opuesto consustancialmente a la organización de las bases, especialmente de los trabajadores. Su “inteligencia” es audacia colaborativa costosa para apresurar la automatización coyuntural de los procesos de producción y la depauperación del trabajo mismo, pero con argumentos de “progreso tecnológico”. Simulación histriónica de las burocracias que siendo adoradoras del quietismo se estremecen extasiadas con la dinámica de esa “Inteligencia Artificia” que ayudará a frenarlo todo. Excepto las ganancias de sus jefes y dueños.

Su “Inteligencia Artificial” naturaliza un despliegue tecnológico “novedoso” para el secuestro añejo del plusvalor modernizado con la automatización de la producción hacia el plan supremo de aniquilar la competencia, consolidar monopolios y solidificar al imperialismo inteligentemente. Con su naturaleza inhumana, con una IA pensada para enriquecer las tareas de vigilancia y control social, de manipulación política, para modificar las subjetividades, para la invasión de la privacidad con productos inteligentes capaces de desfigurar la relación de los individuos con su contexto y consigo mismos. Una especie de sueño de la perfección donde es posible falsificarlo todo con el mínimo esfuerzo. Todo bajo control. Nuevo martillazo burgués sobre la tierra, el trabajo y el capital. ¿Inteligente?.

No es suficiente percatarse de que con esa “Inteligencia Artificial” el capitalismo anhela multiplicar sus ganancias. Es preciso explicar qué debe hacerse contra eso. Qué tácticas y estrategias políticas y científicas hemos de consensuar para someter, por ejemplo, a una ética social participativa el uso de huellas dactilares, el reconocimiento biométrico, los archivos que acumulan identificación, que observan y miden la vida (gustos, hábitos, preferencias cotidianas) con “inteligencia” empresarial mientras no pocos adictos al burocratismo lo ven con “buenos ojos”.

Qué hacemos para impedir que desde el Estado capitalista se ilusionen por el “desarrollo” de la IA y aplaudan su metabolismo cultural en el consumo, el comercio y las finanzas, con apologías al control, la vigilancia y el sometimiento de la población y hermosear tecnológicamente una idea “seguridad”, “confianza” y “felicidad” burguesa mientras trafican poder con los datos, su cantidad y su calidad… sus espejismos. En el contexto histórico, tecnológico e ideológico presente, la IA también es un disfraz ideológico, que esconde su verdadero motor que la Inteligencia del Mercado, es decir, el uso especulativo y de acumulación de clase. Esa es su “Inteligencia” verdadera, no la del bienestar humano sin excluidos.

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