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Cultura

CAFF: veinte años de resistencia

Como una especie de caricia que late en el corazón del Abasto, el Club Atlético Fernández Fierro cumplió, para tranquilidad de muchos y odio de tantos, dos décadas de pie.

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Fotos Rubén Pineda
El-Argentino-Manu Campi

Por Manu Campi | @manucampimaier

Hace unos veinte años crucé por la misma puerta que ahora me encuentra de pie. Aquel pibe, más delgado y sin dolor de cintura, entraba por primera vez al CAFF con el mismo asombro.

La entrada me costó un juego de seis vasos que teníamos en casa desde la época de nuestro puesto de diarios en Retiro y que venían de a uno en una tirada semanal de la editorial Salvat.

Invitado para coquetear un poco con aquello que mi viejo, chatarrero devenido en canillita, me había puesto de lastre: el tango como virtud social. Así, la angustia que se homenajeaba los domingos en el seno de una familia de generala que, sentados en la misma mesa, contaban el mismo cuento semana a semana mientras la tía Susana amasaba para la noche, cobraba entonces sentido.  

La primera impresión fue que de ninguna manera allí podría tratarse al tango tal como me habían enseñado. Quizás, las tapas de los vinilos que se escuchaban en casa con señores de traje y zapatos lustrados condicionaban la impresión que yo tenía de pibe sobre el tango, su espacios y filosofía.

Qué era eso que tenía pinta de que alguna vez estuvo vivo más allá del adorno de las salas disfrazadas para la ocasión a las cuales mi viejo me llevaba a ver las sobras de lo que alguna vez había sido.

Así, Leopoldo Federico, Tito Reyes, Ubaldo del Lío, Salgan, etc., fueron parte del recorrido de lo que en casa se consideraba como tango. Una corriente que sobrevivía a base del turismo ávido de empanadas de carne, Gardel y posturas sobre una ciudad que hace tiempo había dejado de ser.

En casa siempre se escucharon orquestas típicas. Entre Troilo, Di Sarli, Gobbi y Pugliese, las discusiones políticas de tíos zurdos y papá peronista formaron una idea lejana sobre cómo respiraba Buenos Aires.    

Como corresponde, y de puro taura, el rock fue la respuesta que encontré para ir a contramano. Aquel encono se repartía entre Babilonia cuando el Mercado del Abasto pincelaba al barrio con su pintoresco abandono, y la plaza donde nos repartíamos para juntar un sol para la birra mientras pedíamos a los vecinos colaboraciones para el raso de nuestros trajes murgueros.

Entre todo aquello, un amigo sin nombre me llevó una noche al Club. Hay que llevar algo para poder entrar, me dijo. Y yo, que justo tenía la suerte envuelta en seis vasos.   

Debo haber estado parado en el mismo lugar hace veinte años. Taurino nació el Club Atlético Fernández Fierro, junto a la necesidad de que su Orquesta configure lo que veinte años después terminó por ser su impronta y localía.

“El CAFF, más allá de la trinchera sociocultural que representa, también es mi trinchera personal. Acá me desarrollé como persona y como profesional. Conocí mucha gente, muchos artistas, vi muchos espectáculos. Es decir, no lo siento como un trabajo sino como estilo de vida”, dice el Tano Coccaro.

Para su fundador, al proyecto hubo que ponerle el lomo a tiempo completo. Son muchos años y mucho esfuerzo para que “crezca, no se rompa y se mantenga”.

Como uno de sus “grandes amores” la historia cobra vida allá por los 2000. La Orquesta Típica Fernández Fierro tocaba en la calle Defensa, San Telmo. No encontrábamos lugares para tocar, era una orquesta numerosa, para lugares chicos con poca técnica. Así surgió de la necesidad de buscar un lugar propio.

Como suele ocurrir con las ideas, estas encuentran rápidos enemigos. La derecha depreda donde ve una sonrisa. Gobierna para hacer daño cuando encuentra un gesto en tanto sostiene que al pueblo se lo somete con edificios de lujo, clausuras y todo el ribete de sus sinsentidos.

“Somos una cooperativa. Funcionamos de esa manera y se lo debemos al maestro Pugliese. Así es la forma y así empezó la Fierro, tocando a Pugliese. Hicimos la misma metodología de laburo que él, que es la cooperativa por puntaje. Recién hace cuatro años que tenemos la matrícula, laburamos durante quince años sin”.

Políticas en contra de la cultura

La guita para la cultura es poca para repartir y no la reparten. Te dan 200 mil pesos para hacer un show y es imposible. Hacen que te dan subsidios, pero en realidad no influye mucho. 200 mil pesos en un alquiler de 2.5 millones es muy difícil de sostener. Te subsidian para que hagas un show gratuito –no se puede cobrar entradas– y es muy poco. Siempre nos atacaron de todos lados y, desde ese lugar, en esta guerra somos una trinchera”.

Pero el Tano entiende, aprendió a entender que las cuestiones populares sostienen la emocionalidad cultural en todas sus formas.  

“No es solo que atacan al CAFF, hay otras prioridades que también nos enojan. Se meten con la salud, la vivienda, el trabajo, con los jubilados, con los comedores, con los remedios oncológicos. Están vaciando al Estado. A nosotros, el mes pasado nos clausuraron dos semanas y nos hicieron un agujero”.

Una clausura representa que no se puede trabajar. “Hay que pagar la multa, la gestoría para que nos hagan el trámite y el valor que representa el tiempo que se necesita para hacer el reclamo, levantar la denuncia y todo eso es plata. Pero lo más importante, se pierde salud”.

La derecha es un ente de apariencia feroz que vive con mucho miedo. Crece estudiando, con otros de su tipo y en la oscuridad, el llamativo arte de hacer daño. El miedo lo alimenta, ataca lo que no comprende y desestima lo que a su entender no es útil. La cultura para ella, trae consigo el terror que tiene un niño que duerme a oscuras. Será por eso que atiende al asunto como una plaga a exterminar más temprano que tarde.

“En este momento —dice el Tano— tan delicado del país, estamos sufriendo lo que sufre toda la sociedad, no estamos excluidos. Lo dijimos el otro día en el cumpleaños, este es un espacio de resistencia. No te dan una mano en nada y eso que el CAFF está declarado como Sitio de Interés Cultural. Por más que nos quieran hundir vamos a seguir resistiendo. No nos van a bajar los brazos”.

Volviendo al principio, nunca pude escribir sobre el CAFF. No por impericia, sino más bien para pasar desapercibido como cada vez que fui, siempre en voz baja. Escribir sobre el Club es también escribir sobre mí. Tal vez a esto responda la introducción de esta pobre reflexión.

Que la Orquesta Típica Fernández Fierro viajó por el mundo representando al tango no es novedad alguna. Para el Tano, la desidia duele: “Es una pena que te dejen abandonado porque le damos todo lo que tenemos a la sociedad, al barrio y a la gente. Abrimos para niños y niñas. Hay escuelas vienen a hacer talleres de música, solemos tocar gratis para el barrio, hacemos festivales para que venga la gente y pueda ver muchas bandas de tango. Nosotros damos cultura a todo este bendito país, a esta bendita provincia y merecemos más apoyo y condiciones más dignas para trabajar, no sólo para los artistas sino para la gente que colabora en el Club».

El CAFF es autogestión, todas sus actividades las sostienen entre las veinte familias que hacen del espacio algo plausible “con lo que genera el Club sin ningún tipo de colaboración”. En ese sentido, incluso con un nombramiento de la Legislatura está claro que nos abandonaron. Después de tantos años merecemos un poco más de amor”.

Un primero de mayo me puse el saco de lana y me fui a ver a la Fierro. Al Tano lo veo cada vez que voy. Nunca me acerqué a saludar. No quise alterar ni por un segundo uno de los lugares que más me representan. El Club Atlético Fernández Fierro es cultura, música, inclusión, educación, autogestión, igualdad y convicción. Sos vos, soy yo. Lamentablemente, todo esto lleva por nombre resistencia.

A pesar de mi impericia resolví escribir para no olvidarme del pibe que una vez fui, y que con las mismas convicciones entiende como correcto un cálido feliz cumpleaños. Al Tano, al Club, a la gente…

Análisis

La cultura se destruye, ¿o se hace desaparecer su industria?

Este somero resumen histórico demuestra que no hay encono ideológico, si no supremacía de los intereses de las grandes distribuidoras y plataformas en parcelar los gustos, hundir todo proyecto que ellos no puedan controlar desde sus empresas (Netflix, HBO, Disney etc) y ganarse todas las audiencias posibles con todos los formatos a su disposición.

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Por Leonardo Napoli*

Cuando escucho o leo que el presidente Milei quiere destruir la Cultura Argentina, pienso que, para semejante empresa, no tiene ni la capacidad ni la posibilidad de hacerlo. Lo que si tiene es un gran poder de fuego para hacer daño. ¿Se han destruido culturas a lo largo de la historia de la Humanidad? Si. Pero fueron procesos de muchos años y estas líneas no son motivos de ese análisis, ni el que escribe capaz de desarrollarlo.

Lo que el gobierno de Milei intenta es destruir la industria, en este caso cultural. Pasar de un país, en vías de industrialización, a otro primarizado, extractivista, dentro de  un modelo de flujos de capitales  financieros con finalidad especulativa sin interés puesto en el desarrollo nacional. 

¿Es la primera vez que esto sucede? No

La  Argentina fue, desde fines del siglo XIX, un centro de atracción y consumo de todas sus expresiones artísticas culturales. El Teatro Nacional, que nació en el picadero de un circo, llegó a convertirse en un negocio, protagonizando el gusto popular  hasta que hizo irrupción la radiofonía. Con ésta llega el radioteatro y la industria discográfica con altos niveles de audiencias. El tango ganó mercados no solo nacionales sino internacionales. Nada de lo escrito hasta aquí es novedoso. Cualquier estudiante de artes lo sabría. 

Hacia mediados de la década del 30 del siglo pasado comienza lo que mas tarde llegó conocerse como la época de oro del cine argentino. Nace en los albores  de la revolución de 1943 y muere con el bombardeo a la Plaza de Mayo en 1955. Lucas Demare, Hugo Fregonese, Luis Moglia Barth, Hugo del Carril, Luis Sandrini, Enrique Muiño, Tita Merello o los 5 Grandes del Buen Humor, son producto y resultado de una Argentina en franca expansión industrial. Homero Manzi, guionista de grandes éxitos, recorre Latinoamérica sumando mercados de habla hispana. Después de la Segunda Guerra Mundial, EEUU, una vez cesado, en parte, el negocio armamentístico, va hacia el control de su cinematografía en la región. 

Todo lo relatado hasta aquí de las industrias fue casi sin la intervención estatal.   Quizás sí, algunas producciones de características históricas recibieron apoyo estatal, como el caso de “Su Mejor Alumno” de   Demare, Manzi , Petit de  Murat, Magaña y Muiño.

Las nuevas generaciones que llegaron después de 1955 se vieron cercadas por las presiones de la industria hollywoodense que decididamente cuestionó el mercado latino ganado por el cine argentino, llegando a amenazar con la no provisión de las vacunas Sabin, si el cine argentino insistía en comprar negativos Kodak para abastecer el mercado.

En 1957 el recordado Leopoldo Torres Nilsson insta a la Revolución Libertadora a la creación de un Instituto Nacional de Cine y lo logra.  Fue a partir del gobierno de  Frondizi con características desarrollistas que nació un nuevo organismo que promovió, dio crédito, y fomentó al cine nacional. Por esa iniciativa  llegan,  Antín, Khon, Favio, Kuhn, Solanas, Getino entre otros. Con la recuperación democrática de 1973 el cine vuelve a ganar masividad con resultados casi nunca mas superados.

La televisión argentina se funda con la impronta estatal en 1951 a instancia de Jaime Jankelevich y Juan Perón, que vislumbraron el nuevo formato que competiría directamente con el cine, el teatro y la radio. En menos de diez años la televisión argentina se transforma, de tal manera, que los televisores, inaccesibles en una época, pasan a ser artículos populares de fácil acceso. Así nació la televisión privada, después que el Estado demostrara que ahí había un negocio próspero.

Los artistas nacionales aglutinaban el gusto familiar, las audiencias sin detrimentos de otros géneros, superan todas las marcas de audiencias, no igualadas hasta la fecha. 

La telenovela argentina gana los mercados latinoamericanos y sus artistas son reconocidos internacionalmente.  Pero en 1976 con la dictadura cívico militar, otra vez el cine nacional y la industria se ven atacados de la mano de la censura ideológica, las prohibiciones y los exilios. A esa época se la recuerda, entre otras desgracias, porque detrás de esa cuestión ideológica estaba la destrucción de la industria argentina. 

Con el advenimiento de la democracia en 1983 asistimos al resurgimiento de un nuevo cine  argentino y una televisión poniendo en valor toda la capacidad artística y técnica que se mantuvo intacta hasta que se vio interrumpida en 1990 con la Reforma del Estado de características neoliberales. No sólo se vendieron las empresas estatales como Gas del Estado, Aerolíneas Argentinas, Ferrocarriles, Entel, si no que pasamos de una producción de  50 películas anuales en la década del 80 a 11 en 1991 y 12 en 1992. La televisión da paso a las “Latas extranjeras” y la producción de los canales, ahora privatizados, dejaron de tener el impacto masivo de la década del 60, 70 y 80. Otra vez vemos como los procesos recesivos impactan en las industrias culturales. En 1994, por la lucha de los realizadores, artistas y trabajadores sindicalizados del sector  promulgan a través del Congreso Nacional la Ley 24.377 de fomento al cine.

Además, nuevas formas dan pie  para apostar por los artistas y realizadores argentinos. Amigos son los Amigos, Grande Pá, Poliladron, Gasoleros etc. Confirman el gusto popular por sus artistas otorgándole mas de 40 puntos de audiencias en cada salida, superando por raiting a las producciones extranjeras. 

Lentamente, en las postrimerías del uno a uno y ya en las puertas del 2001, cae otra vez la industria y se va a restablecer  recién con los acontecimientos politicos resurgidos entre 2003 y 2015. El récord de asistencia se  logró en 2014 con 52 millones de espectadores de los cuales el 20 % apostó por el cine argentino.

Este somero resumen histórico demuestra que no hay encono ideológico, si no supremacía de los intereses de las grandes distribuidoras y plataformas en parcelar los gustos, hundir todo proyecto que ellos no puedan controlar desde sus empresas (Netflix, HBO, Disney etc) y ganarse todas las audiencias posibles con todos los formatos a su disposición.

Para finalizar vale una anécdota. Cuando se pensó “Amigos son los Amigos” Gustavo Yanklevich le dijo a los autores: “Quiero una historia para las 21 hs, que junte a tres generaciones de galanes, Enzo Viena, Carlos Calvo y el jovencito Pablo Rago. Es el momento que se junta la abuela, la madre, el padre  y los chicos a la mesa y no quiero que discutan por cambiar de canal”. Esa simple, pero verdadera historia nos abre un nuevo desafío para preguntarnos. ¿Es sólo una cuestión de puestos de trabajo lo que está en disputa? ¿Es sólo que en estos lugares de fomento habría  corrupción? ¿Será que los argentinos  y argentinas del siglo XXI estaremos etariamente tan separados que los padres no sepamos cuales son,  ni conozcamos a los ídolos de nuestros hijos, ni ellos los nuestros, con el consiguiente desarrollo de un destino de Nación?

Debemos defender lo que otras generaciones consiguieron, porque sería un pecado de Lesa Historia no dar esa pelea. Que sepan por lo menos, que no fuimos indiferentes a todo lo recibido como patrimonio a ser resguardado, donde lo de todos es un continente inexpugnable digno de ser defendido y preservado.

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