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Análisis

“¡Cambio, cambio!” El verdadero color de calle Florida

Todos los días, la compra y venta de moneda extranjera forma parte de la actividad cotidiana del microcentro porteño. Cómo funcionan, quiénes operan y cómo se sostienen los arbolitos, en medio de una actividad tan misteriosa como ilegal.

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El-Argentino-Manu Campi

Por Manu Campi | @manucampimaier

Microcentro. Salir de la boca del subte en Catedral es dejar un infierno para entrar en otro. Los cortes de luz oscurecen la ciudad en porcentajes espeluznantes. La gente despliega el sudor que emerge debajo de las camisas. Buenos Aires está ahí, erguida con sus cuarenta grados de sensación térmica en el verano más caliente de los últimos sesenta años. 

La peatonal tiene, en horario bancario, un color único: Florida es verde. Una mujer policía conversa con un arbolito sobre la ochava que corta con Roque Sáenz Peña. El mercado negro de la compra y venta de dinero se mueve a plena luz del día. “¡Cambio, cambio!”, anuncian los arbolitos dispuestos sobre las puertas de comercios turísticos como una suerte de melodía donde unos y otros son parte de una armonía que no sería posible sin este escenario de fondo. 

Como una orquesta, afinan desde Rivadavia hasta Santa Fe. Un lustrabotas conversa con la pausa que hace el músico residente de este espacio de la Capital. 

Julio está sentado sobre un taburete mediano, hace una década que es parte del decorado. Le pido cambiar cien dólares, pero aclaro que no quiero ir a ninguna oficina: “Vamos al puesto de diarios”, me dice tranquilo. El puesto no es otra cosa que un espacio con camisetas de fútbol, posters, llaveros de la Copa del Mundo, merchandisign tanguero, del Cabildo, de la Catedral y de la Plaza de Mayo. Entre tanta mercadería no consigue uno mirar al diariero, enseguida entiendo por qué. Julio me presenta y me deja en manos de la para nada improvisada mesa de dinero y su cordial vendedor. “Te pago treinta y seis, es viejo”, aclara por la condición que tienen los billetes de cien que tienen la cara de Washington, “si fuera azul, pago trescientos setenta”. 

El lógico temor de cambiar dólares por primera vez en la vía pública desaparece por el costumbrismo que Julio ostenta. El trámite es mínimo. La escena se repite detrás mío; una chica es acompañada por un arbolito y una pareja de aspecto nórdico habla con otro y aceptan sin discutir el precio. Florida paga bien o dentro de los parámetros normales y no sería la misma sin los vendedores de billetes, sin el grito único, sin el precio del día. Así, cambistas, policías, diarieros, turistas y quien escribe, cometimos un delito.

La violación de la Ley 19.359 y del Decreto 480/1995 (t.o. 1995) «Régimen Penal Cambiario», que en su artículo 1, establece que “Ninguna persona podrá dedicarse al comercio de compra y venta de monedas y billetes extranjeros, oro amonedado y cheques de viajero, giros, transferencias u operaciones análogas en divisas extranjeras, sin la previa autorización del Banco Central de la República Argentina para actuar como casa de cambio, agencias de cambio u oficina de cambio”.

Aun así, la falta de información hace de este estructural vacío legal, plantado sobre la peatonal, una cuestión habitual. Es tan extraño leer una noticia sobre algún robo sujeto al cambio de dólares, reales y euros, así como un allanamiento que alerte sobre las consecuencias que vienen de la mano con violar la ley. De dónde vienen los billetes, quiénes están detrás de esto, cuántas monedas extranjeras se compran y venden por día, es un misterio. La connivencia con la ley está a la vista, como los arbolitos, como la calle Florida.

Análisis

Adolfo Sánchez Vázquez, militancia de la Inteligencia

La obra de Adolfo Sánchez Vázquez, militante de la inteligencia cuyo trabajo es indispensable contra «Un mundo injusto, abismalmente desigual; competitivo y egoísta; un mundo que una potencia, los EEUU se burla del derecho internacional.

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Por Fernando Buen Abad Domínguez

No somos pocos, por suerte, los endeudados para siempre con la obra de Adolfo Sánchez Vázquez, militante de la inteligencia cuyo trabajo es indispensable contra «Un mundo injusto, abismalmente desigual; insolidario, competitivo y egoísta; un mundo en el que una potencia -los Estados Unidos- se burla del derecho internacional y recurre a la formar más extrema de la violencia contra los pueblos: la guerra preventiva, y a la más bárbara y repulsiva práctica contra los individuos inocentes: la tortura; un mundo en el que la dignidad personal se vuelve un valor de cambio y en que la política -contaminada por la corrupción, el doble lenguaje y el pragmatismo- se supedita a la economía».

Este endeudamiento voluntario con Sánchez Vázquez no se salda con fiebres apologéticas. Acaso lo que menos desearía el propio Sánchez Vázquez es pertenecer al santoral de las lisonjas ceremoniosas. Quienes lo vimos y leímos tenemos la responsabilidad, que debe tenerse ante el trabajo de todo revolucionario, de aprovechar y perfeccionar críticamente su obra como herramienta viva para la construcción de una alternativa al capitalismo -como el socialismo- cada minuto más urgente. Herramienta dialéctica para un trabajo que tiene la obligación histórica de fortalecer la inteligencia en la praxis revolucionaria, fortalecer la voluntad y la sensibilidad para que tal praxis revolucionaria sea un acto creador colectivo y enamorado. Ética, estética y praxis hacia el socialismo.

No se trata de una obra «perfecta». Es un trabajo científico, vivo, comprometido con el mundo real y con su transformación en tiempos de barbarie desenfrenada. Sánchez Vázquez no produce su trabajo para ganar premios, doctorados «honoris causa», becas ni cargos burocráticos… produce filosofía para la lucha contra el capitalismo, sus filosofías y filósofos, capaces de llenar el paisaje académico, político, eclesiástico, militar y empresarial con tesis morales, políticas, éticas, estéticas… funcionales al control, represión y alienación rentable contra los trabajadores.

Visto como una unidad indisoluble el trabajo de Sánchez Vázquez debe servirnos para elevar la conciencia y la praxis revolucionaria, sin esta condición se corre el peligro de traicionar sus contribuciones y convertirlas en anécdotas universitarias. Sus deudores tenemos la responsabilidad de estudiar su trabajo, debatirlo y proponerle transformaciones obedientes a la lucha revolucionaria de los obreros y campesinos del mundo. Pocos trabajos filosóficos, político, estéticos, éticos… han influido, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX en México, como la obra de Sánchez Vázquez aunque haya quien lo niegue y reniegue. Es una contribución para poner al descubierto al capitalismo, para que podamos comprenderlo plenamente, escudriñar sus vueltas y revueltas, sus intestinos y sus destinos. Conocerlo plenamente en sus etapas o sus fases y así, sólo así, lograr su superación definitiva. Sus deudores tenemos la responsabilidad de impedir la petrificación burocrática de su trabajo, luchar contra los «Midas», ilustrados, eruditos o besamanos, que convierten en mausoleo todo lo que tocan.

Su obra asume la obligación de toda teoría que aspira a la verdad y pone a prueba sus tesis contrastandolas con la realidad y con la práctica: La transformación de la realidad. El trabajo de Adolfo Sánchez Vázquez se mantiene y enriquece no porque sea letra definitiva sino porque estimula al desarrollo dialéctico de los muchos temas y categorías que detalla, relaciona y sintetiza. Hará que establecer con precisión el tamaño de las contribuciones de Adolfo Sánchez Vázquez a la praxis revolucionaria porque su trabajo es fuerza histórica motriz, fuerza revolucionaria que no puede convertirse en curiosidad ornamental para bibliotecas ni sabihondos de élite. Y hay no pocos intentos.

Sánchez Vázquez, que por cierto no necesita defensores aventureros, es rigurosamente claro con las fuentes, cuerpos y destino de sus trabajos, no hay ambigüedades que permitan refugio a demagogias, por eso es admirado y odiado. » Y necesitamos también de la filosofía, para deshacer los infundios de los ideólogos que proclaman que la historia ya está escrita o ha llegado a su fin con el triunfo del capitalismo neoliberal, «democrático», hegemonizado unilateralmente por los Estados Unidos.

Sánchez Vázquez con sus trabajos deberá estar en las manos de los obreros y campesinos que abrazan las causas revolucionarias, ese es su mejor lugar por más que en algunos casos tome tiempo llegar ahí. Su contribución, no sólo teórica, a la crítica, la reflexión y la producción transformadoras excede necesariamente los claustros académicos. Su obra contribuye a enriquecer: una estética poderosa «desentrañada» en los textos de Marx, la valoración de la ‘praxis’ no sólo como categoría filosófica y la comprensión de Marx y Lenin bajo la luz necesaria de la ética, la utopía y la poesía.

Insistamos, su obra es una herramienta de lucha, Praxis, contra dogmáticos y sectarios de toda índole. Se fragua como una militancia que contiene, indisolubles, la formación autodidacta, el rigor científico de los debates más importantes de este tiempo, la identificación inexcusable de la poesía y la revolución, el enriquecimiento de la estética marxista… la poesía misma, pues.

Las deudas con Sánchez Vázquez generan intereses de rigor, honestidad y dignidad intelectual, de obstinación necesaria, investigación inagotable… y producción generosa por amplia y cristalina. Ese es su ejemplo. ¿Estaremos ala altura? Ha sido un critico fundamental del estalinismo, «La experiencia personal acumulada en mi práctica política junto con la que pude conocer, hacía ya largos años, desde fuera pero cerca del Partido Comunista Mexicano, me predisponían a adoptar una nueva actitud teórica y práctica.

Toda una serie de acontecimientos me llevaron a adoptarla efectivamente: las revelaciones del XX Congreso del PCUS, en un primer momento; el impacto de la Revolución cubana, que rompía con esquemas y moldes tradicionales, después, y, por último, la invasión de Checoslovaquia por las tropas del Pacto de Varsovia. En un proceso gradual, que arrancaba de finales de la década de los cincuenta, me vi conducido no ya a buscar cauces más amplios en el marco del marxismo dominante, sino a romper con ese marco que no era otro que el de la visión staliniana del marxismo, codificada como ‘marxismo-leninismo’. Desde entonces me esforcé por abandonar la metafísica materialista del Diamat , volver al Marx originario y tomar el pulso a la realidad para acceder así a un marxismo concebido ante todo como filosofía de la praxis.

«Sánchez Vázquez sabe que la revolución hay que buscarla aquí y ahora, con la inteligencia y la razón, la práctica y la emoción, la integridad moral y la poesía, porque nadie hasta ahora, salvo en algún momento y de manera germinal, la ha producido plenamente. Su trabajo por eso no es una obra acabada que haya resuelto definitivamente sus objetos de estudio. Es una obra producida bajo el peso de múltiples contradicciones históricas y como respuesta movilizante, no como contemplación escolástica o paisajista. Es una obra herramienta para intervenir que requiere mantenimiento y perfeccionamiento. Ese es uno de sus mayores méritos y aportes.

Su obra tiene una dimensión enorme porque está comprometida y sin eufemismos, a mejorar las condiciones de existencia de los trabajadores, y con las luchas contra los regímenes autoritarios o nazifascistas. Su obra está al servicio de la destrucción del poder económico y político burgués. Y este compromiso, no muy simpático para muchos, que cortan, suprimen o de plano ningunean las obras de Sánchez Vázquez en público o en privado. Los ejemplos citables a ese respecto no merecen ocupar espacio ahora. Pero serán centro de denuncia en otros trabajos. «Muchas verdades se han venido a tierra; ciertos objetivos no han resistido el contraste con la realidad y algunas esperanzas se han desvanecido. Y, sin embargo, hoy estoy más convencido que nunca de que el socialismo -vinculado con esas verdades y con esos objetivos y esperanzas- sigue siendo una alternativa necesaria, deseable y posible. Sigo convencido asimismo de que el marxismo -no obstante lo que en él haya de criticar o abandonar- sigue siendo la teoría más fecunda para quienes están convencidos de la necesidad de transformar el mundo en el que se genera hoy como ayer no sólo la explotación y la opresión de los hombres y los pueblos, sino también un riesgo mortal para la supervivencia de la humanidad. Y aunque en el camino para transformar ese mundo presente hay retrocesos, obstáculos y sufrimientos que, en nuestros años juveniles, no sospechábamos, nuestra meta sigue siendo ese otro mundo que, desde nuestra juventud, hemos anhelado.

«Organizó Octavio Paz, en México, en 1 990, su encuentro » El siglo XX. La experiencia de la libertad » con fines doctrinarios de vuelo ilustrado, bajo la bendición del salinismo [5] y en plena ruta hacia el Premio Nobel . Allí, algunos intelectuales, sepultureros del socialismo, reunidos sin pudor en torno a Paz, dador de «becas sagradas», protagonizaron una orgía de silogismos con orgasmos apologéticos para la «economía» de mercado. Los lebreles neoliberales escucharon entonces de Adolfo Sánchez Vázquez una caracterización oportuna y extraordinaria que lo pinta de cuerpo entero. Palabras más o menos les dijo: El capitalismo es un horror que no se puede hermosear aunque para ello se contrate a poetas… Todavía resuenan los aplausos y no precisamente de los interlocutores aquellos. Quienes somos deudores, acaso muchos pero insuficientes, tenemos la responsabilidad de ampliar y defender espacios donde tenga lugar y efecto estimulante el trabajo de un revolucionario como Adolfo Sánchez Vázquez. Lugar en las universidades, en las calles, en las plazas públicas… lugar en los poemas, los pinceles, las películas, las fábricas… lugar en la praxis revolucionaria toda. ¿Hay mejor cosa que hacer?.

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