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Entrevista

El cáncer no espera: “Necesitamos medicación para vivir”

Al menos siete personas fallecieron en los últimos cuatro meses “esperando su medicación” necesaria para continuar los tratamientos.

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Con “miedo, angustia e impotencia” es como atravesó María Celeste Quintana los últimos meses de su tratamiento para un cáncer del sistema linfático que afecta su respiración, cuya medicación -que ronda los 30 millones de pesos- era proporcionada por la Dirección de Asistencia Directa por Situaciones Especiales (Dadse), dependiente ahora del Ministerio de Salud, que durante casi cinco meses interrumpió su entrega, al igual que con otras decenas de pacientes oncológicos y de otras patologías severas.

“Tenía mi quimio programada para el 23 de enero. Recién el 12 de abril me entregaron la medicación”.María Celeste Quintana

Celeste tiene 32 años, es oriunda de la localidad bonaerense de Quilmes y es estudiante de Historia y Bibliotecología de la Universidad de Buenos Aires (UBA). En 2019 le diagnosticaron linfoma de Hodgkin, un cáncer del sistema linfático crónico que trata en el Hospital de Clínicas con la medicación que la Dadse le brindó durante un año y medio desde 2022 y que interrumpió en diciembre pasado durante cinco meses.

“Tenía mi quimio programada para el 23 de enero. Recién el 12 de abril me entregaron la medicación”, contó Celeste. Al igual que ella, decenas de pacientes oncológicos o con enfermedades crónicas están a la espera de la medicación que reciben a través de este organismo nacional que otorga subsidios para la adquisición de medicamentos destinados a personas en situación de vulnerabilidad social y sanitaria, que no cuentan con cobertura médica.

Las organizaciones que acompañan a pacientes y familiares en esta situación denuncian que al menos siete personas fallecieron en los últimos cuatro meses “esperando su medicación” necesaria para continuar los tratamientos. En la justicia, mientras tanto, se presentaron amparos judiciales de manera individual y también colectiva para denunciar lo que consideran “mistanasia: la muerte por abandono indigno de personas”.

– ¿Cuál es la enfermedad que estás atravesando?

– Tengo linfoma de Hodgkin, me lo diagnosticaron en el 2019 y me atendí siempre en el Hospital de Clínicas, que es como mi segundo hogar. En mi caso, es un cáncer del sistema linfático ubicado en el pulmón derecho y es un linfoma crónico, siempre va a estar. Cuando me lo diagnosticaron estaba en un nivel cuatro de linfoma, bastante avanzado, y con la quimioterapia lograron reducirlo. Lo que necesito es controlarlo para que no siga creciendo.

– ¿Es para ese tratamiento de control para el que requerís la medicación que entrega la Dadse?

– Claro, es un tratamiento de control que estoy haciendo hace un año y medio, empecé en octubre de 2022 y lo financió la Dadse desde entonces. Para el tratamiento necesito una medicación que se llama Pembrolizumab y no está en el vademecum provincial (de Buenos Aires), sino que tiene que ser a través de la Dadse. Los medicamentos que necesitamos los pacientes oncológicos son muy caros. En mi caso, cada ampolla sale siete millones de pesos y necesito cuatro ampollas por sesión, que son cada seis semanas. Ni aunque tuviese la posibilidad de comprarlos de manera particular podría hacerlo porque son medicamentos que sólo el Estado puede comprar. Dependemos de ellos.

“Demasiado tenemos que pelear contra la enfermedad como para encima tener que pelear contra el sistema, que nos enfermamos o empeoramos porque el Estado no entrega la medicación”.

– Sin embargo, desde noviembre pasado no recibiste la medicación correctamente.

– Exacto. En noviembre de 2023, presenté como siempre los papeles en Dadse para la medicación. Tenía mi quimio programada para el 23 de enero y en general tardaba más o menos 30 días en llegar el medicamento. En ese momento me dijeron que me quedara tranquila, que me iba a llegar con tiempo. Empecé a llamar en diciembre y me decían que estaba en presupuesto y que llame en 15 días. En febrero nos enteramos que la Dadse estaba cerrada. Finalmente perdí mi sesión de quimio (de enero) y solo pude hacerme con una medicación donada pero que era la mitad de la dosis que me corresponde, para salvar el momento. El tema es que los tratamientos de este estilo se tienen que hacer en tiempo y forma porque sino no sirven. No hacerlo es una ventana de tiempo para que la enfermedad avance.

– ¿Cómo viviste estos cuatro meses en que no llegaba tu tratamiento?

– Tenía y sigo teniendo mucho miedo de lo que pueda pasar porque es muy cruel lo que están haciendo. Que digan (desde el Ministerio de Salud) que frenaron la entrega de medicamentos por una auditoría del programa es cruel y no tiene sentido porque, en todo caso, nosotros no somos los culpables. Somos personas que necesitamos la medicación para vivir. Es desesperante la situación, uno no sabe de dónde sacar fuerzas, había semanas en que no me quería levantar. No sé cómo habrá afectado (este tiempo sin tratamiento) al desarrollo de la enfermedad, eso lo dirán los estudios que me tengo que hacer ahora, pero toda esta situación me generó mucha angustia. Estuve estos cuatro meses y todavía sigo con temor porque si bien ahora tengo la medicación (desde el 12 de abril), en poco tiempo tengo que hacer el trámite otra vez y nadie me asegura que se haya regularizado. Hay muchas personas que todavía están esperando desde diciembre, más los casos que se están acumulando estos meses.

– Avanzaron en denunciar en la justicia, ¿hubo alguna respuesta?

– En mi caso, en febrero hice un amparo judicial de manera individual. El 1 de marzo salió a mi favor y el Ministerio de Salud (de Nación) apeló diciendo que mi caso no era su jurisdicción, que correspondía a la Provincia de Buenos Aires. Hace un año y medio venía haciendo este trámite y recibía mi medicación por la Dadse. Aún así, la justicia ordenó que la medicación se me tenía que entregar igual, pero no lo estaban haciendo, como le pasa a muchos otros pacientes. El 12 de abril se presentó un amparo general junto a varias organizaciones. El gobierno dice que nunca se cortó. Nosotros lo único que esperamos es que se solucione porque se trata de una cuestión de vida o muerte. Esperamos que (las autoridades) piensen un poco mejor las cosas antes de hacerlas y provocar todo lo que provocaron. Demasiado tenemos que pelear contra la enfermedad como para encima tener que pelear contra el sistema, que nos enfermemos o empeoramos porque el Estado no entrega la medicación.

Cultura

«La noche adentro»: Un encuentro en el desierto

La noche adentro puede verse en el Cine Gaumont (Rivadavia 1635, Ciudad de Buenos Aires) a las 14:20 y 22:15 horas en la Sala 2 y, a partir del 9 de mayo, a las 18:30 en la sala 3.

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Por Nicolás Lachman

La acción transcurre en un paraje alejado mendocino en 1978. María (Mónica Lairana) trabaja junto a su padre (Chicho Vargas) y los días no se alejan mucho de lo monótono. Una noche, una militante herida (Valeria Luz Aparicio) golpea la puerta, buscando refugio. Entre el terror que reina fuera de la casa y las tensiones que crecen dentro, se desarrolla La noche adentro (dirigida por Carina Piazza y Alejandro Alonso, Argentina, 2023). De acuerdo con Piazza, la película es “un drama intimista en el que se cuelan algunas notitas de thriller”.

En ese sentido, como en un buen film de suspenso o terror, La noche adentro se destaca por un gran trabajo con el sonido y el fuera de campo: los ladridos de los perros, los utensilios de cocina, el camino de ripio y, sobre todo, el viento que ruge interminablemente y se eleva así a la categoría de cuarto protagonista. El largometraje de Piazza y Alonso no sólo es oscuro, sino también frío en su clima, aunque no sabemos si transcurre en otoño o en invierno. Sus colores apagados se interrumpen solamente cuando la ficción es alternada por imágenes documentales de los setenta filmados en radiantes e imprecisos colores (y sin sonido). Estas imágenes de archivo nos traen un marco histórico de luchas populares y represión y, además, de multitudes, que contrasta con el desierto y la soledad de la ficción.

La llegada de Salazar, la guerrillera herida y perseguida por la represión dictatorial, produce un choque en el hogar patriarcal donde poco parecía cambiar. Expresa una fractura, que se da no únicamente entre la militante y los no militantes, sino también entre la vida urbana y la rural y entre las diferentes edades y clases sociales. Piazza y Alonso aportan una mirada de género al cine sobre los años ’70.

Claroscuros

En ese triángulo que se construye en la clandestinidad, hay suspicacias, pero también un intento de comunidad; los seres pueden ser mezquinos, pero también valientes y solidarios. La guerrillera quiere volver con sus compañeros, pero no está en condiciones físicas y se encuentra en una geografía extraña. Padre e hija quieren retenerla y no sabemos si es porque quieren protegerla o si hay otras razones. El miedo y el deseo atrapa a todos y construye personajes complejos.

La noche adentro indaga sobre un sistema que construye modos de vigilancia y control, sobre cómplices y el espanto de quienes sufren las persecuciones y deben escaparse o morir, pero también sobre relaciones íntimas y personales y sobre el amor, la desesperación y los modos de sobrevivir y luchar en la coyuntura política”, contaron los realizadores.

El film continúa una línea de producciones mendocinas de valor -como La educación del Rey (dirigida por Santiago Esteves, 2018) y Muere, monstruo, muere (Alejandro Fadel, 2019)-, posibilitada en gran parte por el fomento a los cines regionales. Su continuidad se ve amenazada por la política (o, si se prefiere, ausencia completa de política) cultural oficial.

La noche adentro puede verse en el Cine Gaumont (Rivadavia 1635, Ciudad de Buenos Aires) a las 14:20 y 22:15 horas en la Sala 2 y, a partir del 9 de mayo, a las 18:30 en la sala 3.

Entrevista con Carina Piazza y Alejandro Alonso, realizadores de La noche adentro

“Las imágenes ofrecen una experiencia vital sobre el mundo”

“Durante la dictadura, nosotros éramos chicos, pero, en nuestros recuerdos, las vivencias de la época se han instalado y siguen latentes. Era una necesidad para nosotres hablar de esto, revisar eso que sentíamos, algo que no se hacía presente ante nuestros pequeños ojos, pero estaba allí y no podíamos evitar: la percepción de un entorno hostil y peligroso, del mal acechando afuera, implacable, arrasando con todo. La noche adentro es un ejercicio por reconstruir ese terror, nombrarlo y exponerlo, para que no se repita, para que no lo permitamos nunca más”, contó Carina Piazza, co-directora de La noche adentro, en diálogo con El Argentino.

– ¿Cómo fue el proceso de realización?

Piazza: Fue un proceso bastante extenso y se inició allá por 2014. Al principio era solo un sueño lejano, pero luego de un recorrido por diversos concursos de desarrollo, en el invierno de 2019 por fin pudimos filmar. Lo hicimos durante cinco semanas en la localidad de Lavalle, provincia de Mendoza. Después de eso, inmediatamente arrancamos con la post-producción, pero lamentablemente la pandemia detuvo el proceso. Con mucho esfuerzo, pudimos retomar el trabajo y finalmente estrenar en marzo del 2024, en medio de un contexto que nos habla de lo necesario de revisar nuestra historia.

– Entre otras cosas, se destaca el trabajo con el sonido y el fuera de campo. ¿De qué manera pensaron estas herramientas y las llevaron adelante?

Alejandro Alonso: Pensamos que, a través del sonido, quizás era posible narrar el estado de ánimo social de los años ‘70. Una presencia del terror que no podemos nombrar, pero sí intentar concebir a partir del sonido: un vacío, un agujero frío, intensificar la densidad de la rutina, suprimir sonidos de naturaleza que contextualizaban la historia, dejar el viento. Un sonido sordo, atmosférico, impersonal que da cuenta de los estados materiales y emocionales de los personajes, su soledad, pero también su tenacidad y persistencia. Usar el sonido como una fuente de conocimiento, como por ejemplo la rutina en el campo y el cuerpo sometido a esa rutina, el cuerpo herido y el cuerpo que intenta liberarse de esa costumbre, el cuerpo que huye o el cuerpo que sostiene un presente. Acentuar esa experiencia hasta que se vuelva exasperante.

– Cuéntennos acerca de las imágenes de archivo que atraviesan la ficción. ¿Por qué aparecen en esos momentos?

Alonso: El material de archivo, que fue cedido por Jorge Gusmán, interviene la ficción con la idea básica de construir un espacio temporal concreto, preciso, una forma del terror en alguna de las secuencias, pero también como un archivo afectivo, personal de los personajes. Sentimos que la experiencia de la memoria es capaz de hacer brotar encuentros imprevistos con los recuerdos que aparecen como pequeños instantes de verdad. Las imágenes ofrecen una experiencia vital sobre el mundo.

Futuro

– ¿Tienen pensado algún futuro proyecto audiovisual juntos?

Alonso: Por ahora, no como proyecto audiovisual. Es difícil pensar en el futuro realmente.

– ¿Cómo observan el presente y el futuro del cine nacional?

Piazza: El panorama resulta bastante desolador, con la desaparición del área de Fomento del INCAA y el despido y las licencias de los trabajadores, pensar en la posibilidad de líneas de apoyo y financiamiento resulta una ingenua fantasía. Sobre todo para quienes hacemos cine desde las provincias, el INCAA resulta fundamental. Es la política federal del instituto la que ha logrado descentralizar la producción cinematográfica, la que hizo posible que se filmara en todas y cada una de las provincias de la Argentina. Sin el INCAA, se restringe la construcción de nuestro imaginario, de nuestra identidad socio-política, se apagan nuestras voces, se cierran nuestros ojos.

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