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Medio Ambiente 🌱

Por la vegetación, el de Los Alerces «es un fuego bastante más complejo» que el del Nahuel Huapi

«Acá que lo mejor que nos podría pasar para no tener fuego sería tener la mayor cantidad de bosques altos, maduros, abiertos y sombríos, donde el fuego no puede escalar las copas», subrayó el investigador Juan Gowda.

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Los incendios en los bosques cordilleranos tienen características distintas a los que se dan en otros tipos de ecosistemas por el tipo de vegetación que los conforma y la pérdida de masa boscosa tiene consecuencias negativas en el papel ecológico que cumplen, según investigadores del Conicet en el Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (Inibioma).

A diferencia de lo que sucede en el hemisferio norte, donde dominan los «bosques con bastante combustibilidad» que se queman y se renuevan cada 30 o 40 años, en la zona cordillerana «por lo general los incendios paran en los bosques altos, en el bosque de Lenga, en el bosque de Coihue», sostuvo Juan Gowda, especialista en monitoreo y manejo de bosque nativo.

«Acá que lo mejor que nos podría pasar para no tener fuego sería tener la mayor cantidad de bosques altos, maduros, abiertos y sombríos, donde el fuego no puede escalar las copas», subrayó el investigador.

Es que en la región andino-patagónica «lo que termina frenando por lo general los fuegos es que se les acaba el combustible. Llegan al alto andino o llegan a la lenga, si la lenga no está no está suficientemente seca, y frenan», explicó, y dijo que «la lenga es a la que más fe le tenemos como cortafuegos natural».

Por esto mismo, Gowda tiene la «esperanza» de que el incendio del brazo Tristeza en el Parque Nacional Nahuel Huapi, que comenzó el 5 de febrero y afectó a casi 630 hectáreas, «posiblemente se apague solo y va a ser un incendio que afecte relativamente poco».

En cambio, el que azota al Parque Nacional Los Alerces «es un fuego bastante más complejo».

«Una vez que ese incendio superó la barrera natural que encerró el cerro La Torta y los bosques altos, y entró en una zona donde hay mucho matorral y pastizal, se volvió un fuego muchísimo más complicado. Es un fuego que por más que le pongamos muchísimo esfuerzo, va a ser muy difícil de que se controle si no ayuda muchísimo el clima», avizoró.

En la zona cordillerana conviven «dos ecosistemas muy diferentes», explicó por su parte Thomas Kitzberger, biólogo especializado en Ambiente, Conservación y Sustentabilidad.

«Por un lado tenemos los bosques y por otro los matorrales. Y son como dos antípodas de una historia, porque los bosques en general están compuestos por árboles que no están adaptados al fuego. No tienen la capacidad de rebrotar después del incendio».

En cambio, «el matorral que es un sistema que le encanta el fuego porque tiene la capacidad de rebrotar y además es un sistema muy inflamable. Cuando se prende un fuego y llega al matorral, se propaga como yesca, y luego llega al bosque y el bosque está poco adaptado al fuego», sostuvo el investigador del Conicet.

Y explicó que «los matorrales funcionan como mechas que llevan el fuego hacia los bosques y los bosques no tienen la capacidad evolutiva de recuperarse después de ese incendio. Y entonces, como no se recuperan luego del incendio, se convierten en otros ecosistemas. ¿En qué ecosistema se convierten normalmente después de un incendio? En un matorral».

Entonces, siguió, «cuanto más incendios tenemos, más cantidad de matorrales tenemos. Cuanto más matorrales tenemos, más fuego tenemos. Cuanto más fuego tenemos, menos bosques tenemos».

Y las consecuencias se ven la disminución del «papel ecológico muy importante» que cumplen los bosques locales.

«Por ejemplo -graficó- la regulación hídrica, que es la capacidad que tiene un bosque de retener el agua para que no escurra rápidamente hacia las cuencas. La regulación climática, por supuesto: los bosques son grandes reservorios de dióxido de carbono; y la regulación de la erosión en las laderas de las montañas, cuando uno tala un bosque los suelos se pierden».

Corrientes

Nacieron tres cachorros de yaguareté en el Parque Nacional Iberá

Con esta, ya son seis las camadas de yaguaretés concebidos en libertad dentro de este Parque Nacional.

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En el Parque Nacional Iberá, ubicado en la provincia de Corrientes, han nacido tres cachorros de yaguareté (Panthera onca). Esta es la tercera camada de Juruna, una hembra originaria del Criadouro Científico NEX (Brasil), y Coli, un macho del refugio Faro Moro (Paraguay) que fue liberado en septiembre del año pasado. Con esta camada, ya son seis las que se han concebido en libertad en este Parque Nacional.

Los recientes nacimientos se produjeron en el contexto de un trabajo conjunto entre la Administración de Parques Nacionales (APN), el gobierno de la provincia de Corrientes y la Fundación Rewilding Argentina (FRA), como parte del proyecto de reintroducción de la especie en los esteros. Según se informó, el monitoreo a través de cámaras trampa y los registros de localización geográfica emitidos por los radiocollares de Juruna y Coli permitieron confirmar que el apareamiento entre estos ejemplares fue finalmente exitoso.

Además, este hecho representa un hito para el proyecto y la región, ya que es la primera vez que se registra una camada de tres cachorros en el Parque, algo poco común en la especie. Estas crías son de gran importancia para continuar aumentando la variabilidad genética de la población fundadora de yaguaretés de Iberá, ya que representan la primera descendencia de Coli, el último macho liberado en este gran humedal.

Los nuevos cachorros se unen a un grupo de poco más de 20 ejemplares que viven en el Parque Nacional. Después de casi dos años de registrar a los primeros cachorros de la especie nacidos y concebidos en libertad en el Parque Nacional Iberá tras 70 años de su extinción en la zona, la población reintroducida en el área sigue creciendo y ya se posiciona como una de las de mayor cantidad de individuos en el país.

La presencia del yaguareté es de vital importancia en un ambiente donde puede cumplir su rol ecológico como predador tope y el nacimiento de estos nuevos cachorros fortalece el retorno de la especie a los montes y esteros correntinos.

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