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Cruce de géneros y cine experimental en el primer día de BAFICI

Se trata de la edición número 23 de un Bafici que, tras un año 2021 virtual y la suspensión en 2020, recupera la presencialidad con funciones en cines y reductos del centro porteño.

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Por Hugo Sánchez y Agustín Argento.

La primera jornada de la Competencia Internacional del Festival Internacional de Cine de Buenos Aires (Bafici) tuvo tres cintas que, como coincidencia, mostraron el cruce de géneros tanto en pantalla como en libretos en una revisión de la historia, con la presentación de la argentina «Fanny Camina», la alemana-francesa «L’Etat et moi» (El Estado y yo) y la francesa-iraní «A vendredi Robinson» (Hasta el viernes Robinson).

Se trata de la edición número 23 de un Bafici que, tras un año 2021 virtual y la suspensión en 2020, recupera la presencialidad con funciones en cines y reductos del centro porteño en un intento por retomar el esplendor cultural de otras épocas en una zona que supo estar despierta las 24 horas y que anoche mostraba a grupos de jóvenes yendo a las pizzerías entre función y función.

En cuanto a lo estrictamente cinematográfico, la cinta nacional presentada en la víspera es una revisión, a modo de ensayo, de la vida de la actriz Fanny Navarro, fanática del Peronismo caída en desgracia, realizada por el dramaturgo Alfredo Arias -en lo que es su tercer filme en 40 años- e Ignacio Masllorens, quien cuenta con dos documentales, unos cuantos cortos y una extensa trayectoria como director de fotografía.

Filmada en su mayor parte en blanco y negro, con un ritmo, música y montaje que remiten a «Invasión», de Hugo Santiago (no sería casualidad que Masllorenes hiciera un documental sobre el cineasta), «Fanny Camina» presenta al personaje del título (encarnada por Alejandra Radano) deambulando por la ciudad mientras se debate entre meterse en política o mantenerse al margen y dedicarse de lleno a la actuación.

Las actuaciones resultan un tanto ampulosas, con diálogos exagerados y de ribetes anacrónicos, algo que seguramente fue buscado adrede al ubicar a Navarro en una Buenos Aires actual, metrópolis que se transforma en un personaje más en el guion que nació de las manos de Arias, con un trabajo sobresaliente en el teatro, disciplina donde justamente se inició este proyecto.

El ensayo no solamente es biográfico. También es una revisión sobre las consecuencias que puede traer el fanatismo, tanto de los antiperonistas como de los peronistas que ciegamente seguían al líder. Arias y Masllorens ponen en pantalla, una y otra vez, discursos de Eva Duarte en ese sentido.

«Fanny Camina» se puede ver hoy a las 12.30 en el Cine Gaumont, el miércoles 27 a las 18.25 en el Centro Cultural 25 de Mayo, con entrada libre y gratuita, y hasta este sábado sin costo a través de la página Vivamos Cultura.

Por su parte, las dos películas extranjeras en la Competencia Internacional, «À vendredi, Robinson», coproducción entre Francia e Irán, y «L’Etat et moi», de Alemania y Francia, son dos títulos que hacen honor a un festival de cine independiente con propuestas arduas y bastante crípticas, pero también divertidas y rabiosamente cinéfilas, que exigen un importante compromiso de parte del espectador, incluso para los más sofisticados.

«À vendredi, Robinson», dirigida por Mitra Farahani -que entre otros trabajos fue productora de «Adiós al lenguaje» y «El libro de imágenes» de Jean-Luc Godard-, es un documental enfocado en el encuentro que no fue entre Ebrahim Golestan, un viejo director del nuevo cine iraní de los 60 y actual escritor en funciones aún con sus casi 100 años, y Godard, el cineasta vivo más venerado del presente.

Si estos dos formidables artistas no confluyeron cuando debían, es decir en su juventud, el encuentro se da ahora pero a través de mails, que puntualmente se envían y reciben todos los viernes. Golestan es el producto de la milenaria cultura persa, con su escritura en farsi y la literatura como el origen de todo, que fricciona con la mirada del mundo de Godard, desde Occidente y con el cine entendido como una batalla de imágenes y sentidos, un cineasta que desde siempre desprecia la linealidad y reescribe continuamente la historia del cine.

La película muestra a estos dos ancianos con sus años a cuestas, la cotidianidad de sus manías y el humor que los mantiene vitales. Así, Farahani registra la asimetría de la comunicación entre ambos, en donde a una reflexión de Golestan es contestada por Godard con una imagen de la obra «Desnudo azul» del pintor Henri Matisse, y en otro mail llega un video propio de la plataforma TikTok de un delfín con un perro a cuestas.

Con una puesta por momentos fantasmal que no hace más que resaltar a los protagonistas con una vida a cuestas, la directora fuerza un encuentro con una imagen proyectada en la casa de Golestan del director francés desde su residencia en Suiza, un encuentro imposible pero que según el relato, de haberse producido realmente habría puesto a la obra de Golestan en pie de igualdad y trascendencia para el mundo.

Más liviana pero también compleja de abordar, «L’Etat et moi», del alemán Max Linz, apuesta a lo lúdico, la puesta teatral y el artificio casi extremo, con una protagonista que se desdobla en diferentes personajes masculinos que trascienden épocas, lugares y es el vehículo de varias ironías de la película, que a través de la mirada sobre el sistema judicial alemán cuestiona la burocracia, la «tolerancia» vigente, la corrección política y sobre todo el esmerilado a través del tiempo de las ideas que intentaron cambiar al mundo.

Sophie Rois es una jueza comprensiva que administra justicia con un puñado de disparatados colaboradores, pero también es asombrosamente parecida a un compositor de la Comuna de París, que puso en jaque al poder en 1871. El parecido se explicita porque sin ninguna explicación el músico termina en el presente, lo que da pie a una serie de malos entendidos, juegos de palabra en alemán y el despliegue de la comedia física y alocada.

En un principio arduo, con una propuesta de la que es difícil de calificar, si se le da una oportunidad el filme de Linz -que ya participó de la Competencia Internacional del Bafici 2019 con «Music and Apocalypse»- termina atrapando, con su particular fusión de cuestionamientos, humor, mirada histórica y la suerte de un puñado de personajes desopilantes y queribles.

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Garcia Cuerva criticó la politización de misas

Monseñor García Cuerva criticó las referencias contra el Gobierno de Milei que tuvieron lugar en una ceremonia en homenaje del sacerdote Mauricio Silvia.

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El arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge Ignacio García Cuerva cuestionó los cantos opositores al gobierno de Javier Milei durante una misa que se celebró en una parroquia de Constitución al sostener que “no está bueno” que se utilicen las ceremonias religiosas para “dividir, fragmentar y partidizar”.

Lo hizo en el marco de una misa que presidió en la parroquia San Ildefonso del barrio porteño de Palermo, donde además planteó que “la eucaristía es algo sagrado, por eso la misa es algo sagrado” también.

Según García Cuerva, la misa “está en las entrañas más profundas de la fe de nuestro pueblo”, y permite alimentar a los creyentes de “fraternidad, de unidad y de paz».

“Por eso no está bueno usar la misa para dividir, para fragmentar, para partidizar. No está bueno usar la misa para que terminemos separados como hermanos”, cuestionó en referencia a la situación que se vivió durante una misa en homenaje del sacerdote Mauricio Silvia, desaparecido en la última dictadura militar.

En la misma línea, el arzobispo porteño amplió: “Tampoco está bueno contar con la buena fe de quienes participan de la eucaristía o de los sacerdotes a los que se invita a presidirla para que después pase lo que ha pasado en estos días como le ha pasado ayer a Monseñor Carraca».

«La misa es algo sagrado, nos ayuda a unirnos, hacernos humanos, para alimentarnos y ser testigos del reino en las calles”, insistió.

Luego de que se viralizaran las imágenes de los presentes coreando “La Patria no se vende” y otros cantos contra la administración libertaria en la parroquia Inmaculado Corazón de María del barrio porteño de Constitución, el obispo auxiliar y vicario general de Buenos Aires, monseñor Gustavo Carrara debió salir a pedir disculpas por el episodio.

«Como celebrante principal asumo la responsabilidad, y pido humildemente disculpas al que pudiera sentirse ofendido por el mismo», expresó el obispo.

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📆 12.06.2024

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