Por César Trejo
El año pasado, durante la conmemoración de los 40 años de la recuperación transitoria de nuestras Islas Malvinas y demás territorios que aún permanecen usurpados por el colonialismo británico, se produjeron dos manifestaciones singulares.
Por primera vez en cuatro décadas, un gobierno encaró el homenaje a los combatientes, sin incurrir en los lugares comunes de la victimización, reconociéndolos como a Héroes Nacionales, y destacando el sentimiento compartido mayoritariamente con la consiga “Malvinas nos une”.
Finalizando el año, los festejos argentinos por el triunfo en el Mundial de Fútbol, mostraron con total contundencia y a escala planetaria, lo que venía expresándose en infinitas manifestaciones populares en toda la geografía de la Patria en forma subterránea.
La entonación de “Muchachos”, poniendo a los más grandes ídolos futbolísticos de nuestra historia junto a “los pibes de Malvinas que jamás olvidaré” y el recurrente mantra “y ya lo ve…y ya lo ve…el que no salta, es un inglés…”, sentenciaron el fracaso definitivo de la política de desmalvinización cultural promovida por la inteligencia y la diplomacia británicas. Al menos, entre las mayorías populares.
Así como la dictadura militar no estuvo a la altura de las circunstancias, impidiendo la participación popular, tampoco hoy la dirigencia política –salvo honrosas excepciones-, parece estar en condiciones de salir del laberinto en que nos encontramos.
El actual Gobierno nacional ha tomado decisiones que se enmarcan en el camino adecuado. En materia de política exterior, anunció la finalización de las medidas acordadas en lo que fuera conocido como el “pacto Foradori-Duncan”, suscripto durante el gobierno de Mauricio Macri. En materia de Defensa Nacional, durante la última gestión de Agustín Rossi y la actual de Jorge Taiana en el Ministerio de Defensa, se inició la recuperación de las capacidades militares en nuestra Patagonia, se establecieron objetivos adecuados en la Directiva Estratégica Nacional y se encuentra promoviendo a través del Fondo Nacional de la Defensa (FONDEF) la paulatina restitución de nuestras capacidades en la materia.
Sin embargo, quienes militamos la Causa de Malvinas desde el campo nacional y popular, creemos que estas medidas son gestos en la dirección correcta, pero que no alcanzan para enfrentar el formidable despliegue desarrollado por las potencias colonialistas a las que nos enfrentamos.
Durante las más de cuatro décadas posteriores a la batalla de 1982, Gran Bretaña y sus aliados de la OTAN construyeron bases militares que amenazan la Paz en el Atlántico Sur, y a cada uno de los países suramericanos. Extendió su pretensión territorial colonial desde las islas ocupadas (Malvinas, San Pedro y Sándwich del Sur), hacia la plataforma continental de 350 millas, proyectándose hacia el territorio antártico argentino y chileno. Desde la suscripción de los Acuerdos de Madrid I y II, saquea nuestros recursos ictícolas, lo que les permite auto-sustentar la economía de la colonia y se prepara para la explotación hidrocarburífera, cuando las condiciones internacionales hagan rentable la explotación offshore.
En las postrimerías del gobierno de Boris Johnson, se publicó un documento titulado “Gran Bretaña: su carácter global en una era competitiva: Revisión Integrada de la política de seguridad, defensa, desarrollo y exterior”, donde se afirma la decisión de relanzar a la Comunidad Británica de Naciones como uno de los poderes que disputen la hegemonía global, y ligando los planes de defensa y seguridad en la conquista de sus intereses económicos, estratégicos y geopolíticos.
De más está decir que uno de los escenarios principales para tal dominio, es el Atlántico Sur.
Para enfrentar esta situación, nuestro país necesita de toda su energía y capacidad, que tiene su base en la voluntad del pueblo argentino por afirmar su soberanía. Pero también, en la renovación de su clase dirigente, surgida de su base social y comprometida con la concreción de su definitiva Independencia.
Como estrategia principal, dos son los factores que se imponen:
- El encarecimiento de los costos de la ocupación, que implica no sólo actuar con firmeza en el Atlántico Sur, sino también en la afectación de la cartera de negocios británica en el continente argentino (minería, energía, finanzas)
- La aceleración del proceso de integración suramericana, que garantice actuar de conjunto contra el neocolonialismo anglosajón.