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Entrevista

José María del Corral: “La comunidad es la que educa”

El teólogo, pedagogo y director mundial de Scholas Ocurrentes, que coordina la propuesta pedagógica creada por Francisco, conversó con El Argentino sobre la profundidad y el alcance del proyecto desde su sede en el Barrio Padre Mugica.

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José María del Corral se puso su guardapolvo blanco y se sentó junto a las piezas de cerámica moldeadas por los jóvenes de Scholas. El lugar era luminoso, un mural destellante en distintas gamas de rojo completaba una de las paredes laterales. Los ventanales inmensos dejaban ver a un lado las casas de los vecinos y vecinas del barrio, al otro las vías del tren y el puente. 

Foto: Matías Sastre

-¿Cómo fue el proceso de construcción de Scholas en el barrio Padre Mugica?

-Este barrio tiene mucho que ver con el origen de Scholas. Mientras sonaban las cacerolas del «que se vayan todos», al padre Jorge Bergoglio le preocupaba qué le pasaba a los pobres. Y arrancamos reuniendo a los jóvenes, para que se comprometieran en buscar soluciones desde ellos a los problemas que ellos mismos compartían. Convocamos a chicos evangélicos, musulmanes, católicos y judíos de escuelas públicas y privadas. «No venimos a enseñar nada, venimos a escucharlos y a que se puedan escuchar ustedes, a generar un espacio», les dijimos. Exigieron en la Legislatura una Ley, querían ser protagonistas de su propia educación, conectar su vida con la educación, encontrarse, soñar, encarar juntos sus problemas y tuvieron tanta fuerza que lograron pasar de la Comisión de Educación por despacho de mayoría al recinto, y un mes después la ley 2.169 se aprobaba por unanimidad. Cuando Jorge Bergoglio vio que los pibes con orígenes tan distintos eran capaces de llegar a un acuerdo, de tener un sueño compartido, una utopía, dijo «vamos por acá», y ahí nacieron las Escuelas de Vecinos. Luego, cuando Bergoglio fue  elegido Papa, se convierten en Scholas, Escuela para el Encuentro. 

-¿Qué recuperan de Mugica?

-Es parte de esta historia de luchar, de creer que el verdadero camino es la educación, donde se recupera una cultura que tiene que ver con la pelota de trapo. Scholas promueve la Liga Mundial de Pelota de Trapo, y mientras que a Messi la FIFA le entregaba el Balón de Oro, yo personalmente de parte de Francisco, le entregaba la pelota de trapo. Messi me dijo: «A mí me entregaron muchos trofeos, nunca una pelota de trapo hecha por un pibe de Scholas en Mozambique, en África. Esta la voy a guardar en mi casa porque tiene otro valor». Scholas tiene tres patas: deporte, arte y tecnología. El Papa, cuando lanzó el proyecto a nivel mundial, el 13 de agosto del 2013, lo hizo de la mano de Messi y Buffon, que eran los dos capitanes. La educación que estamos promoviendo es la que viene de abajo para arriba. 

-¿Cómo se construye ese puente? 

El Argentino

-Miraba por esta ventana y veía la UBA, tan cerca y sin embargo tan lejos para un pibe del barrio. Fuimos a pedirles que cruzaran el puente y hoy están acá. En medio de la pandemia inauguramos el CBC en Padre Mugica, en Scholas. En un año se triplicó la matrícula del CBC, es la que más gente tiene. No se trata simplemente de un puente de ladrillos, sino de un puente cultural que solamente lo puede construir una educación distinta.

-¿Cómo fue tu llegada a Roma cuando asumió el Papa Francisco?

-Aquel 19 de marzo del 2013, no tenía dinero, ni pasaporte, sufro de vértigo, no me gustan los aviones, pero sentí la necesidad de estar con él allá. Logré llegar a Santa Marta, entré y cuando me estaban por venir a echar, se abrió la puerta del ascensor y apareció él. Nos abrazamos, lloramos. Me dijo: «¿Qué haces? Estás loco ¿Cómo te viniste? Le dije a mi familia que no viniera, así que te pido que mañana en la misa que asumo te quedes en su lugar». Estoy con mi esposa Ana y Sergio, un cartonero. Respondió: «Vos y él al lado». Al día siguiente, nos sentamos, salió Francisco, nos miró, sonrió. Con el tiempo quedó en Roma instalado que fue el primer mensaje que dio el Papa. Reinterpretaron que él habla por los gestos, y que el gesto era la educación pública con todo lo que representa el guardapolvo blanco, el trabajo, el cartonero, el luchador que se esfuerza. En esa primera misa el mensaje fue: «hay que unir la educación y el trabajo».

Foto: Matías Sastre

-¿Cómo trasladan ese proyecto político, social, teológico y filosófico al corazón del barrio Padre Mugica?

-Esta filosofía, que es una experiencia de vida, es volver a recuperar el saber por gusto y el saber por gusto se llama sabiduría. Nosotros no enseñamos cosas, para eso dejamos a las grandes empresas de tecnología. Aprendemos a vivir. Se enseña cuando un grupo de pibes agarra un pincel y pueden mostrar sus miedos y sus angustias, y se pueden conectar con lo que sienten. La educación que nosotros proponemos empieza por escuchar. El buen docente primero se calla y escucha, porque si hay escucha puede haber creatividad, y si puede haber creatividad no estaríamos repitiendo un sistema o una historia, sino creando algo original. Ante la globalización que viene de arriba para abajo, nosotros devolvemos el encuentro de culturas donde cada uno vaya por su propia identidad. Para el Papa la educación no es la uniformidad, es el encuentro de identidades, y eso es lo que generamos con estas experiencias.

-¿Qué proyectos hay por delante?

-Llegar a todos los países del mundo, estamos en 70. Donde hay un pibe, una piba, hay que ir. Fuimos a hacer una experiencia a Haití en 2015. Una de las jóvenes, a tres meses de regresar, me dijo: «quiero volver y quedarme allá”. La comunidad es la que educa. En los momentos más difíciles, los diplomáticos le escribieron una carta al Papa diciendo que los chicos y las chicas de Scholas eran los únicos que se quedaban, que no se fueron en un helicóptero y no tienen autos blindados, usan transporte público. El proyecto es que se vayan creando comunidades educativas en todos los rincones como una manera nueva de habitar, es cultural y este es el gran desafío que tenemos.

El Argentino

Cultura

Presentación de “Gerardo Romano: Los ´90 que no vimos” de Luciano Deraco

Entrevista exclusiva para El Argentino al autor del nuevo libro inspirado en la trayectoria de Gerardo Romano.

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El Argentino Diario-Libro de Gerardo Romano.
Fotos: Prensa e IG Luciano Deraco

Este viernes en el Centro Cultural Thames, Luciano Deraco presentó su libro “Gerardo Romano: Los 90 que no vimos”, rodeado de artistas del underground porteño como Gabriela Ivy y Juan Galaxia, y con la notable presencia de su musa, el actor Gerardo Romano y otros actores y personalidades de la cultura, Patricio Contreras, Atilio Veroneli, Fernando Greco, Pepe Monje y Alejandro Vanelli, en un evento redondo.

En diálogo exclusivo con @elargentino.ar, Luciano Deraco, se refirió a la idea del libro en una noche musical, cultural y literaria:

¿Qué fue lo que te motivó a escribir sobre Gerardo?

Yo insisto y siempre digo que para mí Gerardo es un agente de la contracultura dentro de la cultura hegemónica, de la cultura canonizada, de la industria cultural

Considerando varias categorías conceptuales de diferentes autores y corrientes del pensamiento, como Gramsci, la escuela de Frankfurt, Bourdieu y fue siempre, a mi juicio, el tipo, la figura pública, el famoso, por decirlo en esos términos, que se permitía decir las cosas que muchos de nosotros, desde el otro lado de la pantalla, incluso desde el otro lado del país, yo soy de Entre Ríos, queríamos decir, y obviamente no teníamos ni las voces ni los recursos para hacerlo”.

El Argentino

¿Qué representa para vos Gerardo Romano?

Gerardo era el tipo que se plantaba ante la segunda oleada neoliberal, la primera fue la de la dictadura, la segunda fue la del menemismo, a decir y cantarle las 40 al menemismo en la cara, aún a riesgo de, como se relata en el libro, lamentablemente, sufrir persecución. En el caso de él puntualmente, fue a través de la AFIP en ese momento, pero también un señalamiento público como persona que se hace cargo de ser oposición y todo lo que eso arrastra. Entonces siempre lo vi como un agente contracultural.

Claro, algo los distingue de los actores y “famosos” de la época.

Sí, y a mi juicio, cuando vos lográs eso, te convertís realmente en un personaje popular, porque captas la verdadera esencia de la sociedad, el espíritu de la época, lo que le está pasando realmente al grueso de la sociedad, incluso te diría, de la comunidad. Y además, no solamente es lo que él decía, sino que eso lo defendía con el cuerpo, por la carnalidad de sus interpretaciones, que muchas veces opacaban hasta los mejores guiones.

Digamos que marcó un momento bisagra de los ‘90, que como decís, quizás “no vemos” ¿o no vimos?

Exactamente, después, unos años después de esos primeros fenómenos televisivos de los 90, como Zona de Riesgo o La Marca del Deseo, aparece en la Argentina lo que se llamó el nuevo Cine Argentino, películas como Pizza, Birra y Faso o Bolivia. Gerardo creo que se adelantó unos tres o cuatro años a eso, porque era hiperrealista la forma de interpretar de él, muy visceral, y en un momento donde era realmente disruptivo plantear algunas cuestiones como la sexualidad, la forma del discurso, la apelación a la puteada, pero no la banalización de la puteada, como sucede ahora con nuestro presidente, sino para decir cosas profundas, importantes.

¿Y cómo es el libro, cómo lo pensaste?

El Argentino

El libro está estructurado en varios capítulos. El primero está dedicado a Zona de Riesgo y todas las vicisitudes que tuvo el programa, allanamientos por parte de la justicia para comprobar si el personaje de Gerardo consumía o no cocaína. La segunda, con la primera pareja gay televisiva que formaba con Rodolfo Rani, tuvo denuncias de agrupaciones ultra católicas que querían que levanten el programa. La tercera tuvo también algunos, encontronazos con el poder político porque se mostraban ciertas cuestiones que estaban sucediendo con el envenenamiento del agua en el interior del país. Y después, bueno, La Marca del Deseo que fue censurado, fueron solamente dos episodios que emitió Telefe y después lo levantó del aire. Y él ahí, como personaje público y también como abogado, habla mucho de la ley de radiodifusión que estaba vigente desde la dictadura, que recién en el gobierno de Néstor Kirchner se modifica«.

«En los ´90 existía «una democracia en edad escolar», a pesar de que ya habían pasado casi diez años de democracia había situaciones como esa, el libro aborda todo ese contexto político-social-cultural de principios de los ´90. Y luego analiza la persecución que sufrió Romano desde finales del gobierno de Cristina (Fernández de Kirchner) para acá a través de trolls, ciberataques, calumnias, por su compromiso y pronunciarse sobre la política y también en defensa de los DDHH», concluye el autor.

“Romano es la supervivencia de la racionalidad en un país distópico que agoniza y naufraga ante la banalidad, el sinsentido y la bronca. Vaya pues, este sentido homenaje a este héroe maldito de la rebeldía.” luciano deraco

El Argentino Diario-Libro de Gerardo Romano.
El Argentino Diario-Libro de Gerardo Romano.

Sinopsis

En este libro, Luciano Deraco describe y reflexiona sobre las intervenciones televisivas que tuvo desde sus primeros años hasta la actualidad, pasando por distintos momentos políticos del país. En “Zona de riesgo” (1991), Romano llevó a la televisión el tema de la adicción a la cocaína, la homosexualidad y la corrupción. Recientemente, realizó el papel de Antín en la aclamada serie “El Marginal” encarnando un personaje maquiavélico y divertido para la audiencia.

Deraco rescata a un artista de la televisión que ha sabido cuestionar el status-quo de cada contexto a través de sus actuaciones y performance. Su trabajo ha sido de tal impacto e influencia que es difícil a veces separar personaje y persona, destacando la importancia de la ficción que logra inquietar a la sociedad mucho más que cualquier denuncia explícita.

Quién es Gerardo Romano

Gerardo Romano nació en Buenos Aires el 06 de julio de 1946. Además de actor y abogado, fue productor avícola, policía y practicó, desde pequeño, deportes como el rugby y el boxeo.
En 1966 fue custodio presidencia de Arturo Illia y trabajó como letrado en el Ministerio de justicia y Derechos Humanos mediante un decreto del general Perón en su último mandato.
En cine, participó en más de treinta películas y en televisión protagonizó éxitos como Zona de riesgo, La marca del deseo, Sin condena y El marginal. En teatro encabezó obras míticas como Sexo, drogas y rock and roll y A corazón abierto. Actualmente, realiza el unipersonal Un judío común y corriente, de Charles Lewinsky, con la que ya lleva diez temporadas.

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