Por Santiago González Casares
Al gordo Sunga, Ad honorem
A veces poner un poco de música, la que sea, aunque, insisto, tiene que ser música; permite dejar atrás la página en blanco y enfrentarse al mundo, aunque sea escribiendo, aunque sea por un rato. No solo eso, sino que, por momentos, cuando siento que estoy finalmente escribiendo, tiendo a releerlo y arriesgar algún pasito de baile bajo el escritorio. Uno puede pensar que esto es un hecho casi fortuito, que no hay conexión alguna entre estos dos fenómenos, léase, escribir y bailar, la escritura y la música. Lejos de ello, ambos fenómenos son fenómenos estéticos, es decir, fenómenos que pertenecen al mundo de la belleza. Ese mundo al que me entrego al escribir estas palabras, del que viene el “Duke” y su orquesta endiablada… “when you hold me tight”.
Ambas cosas se dedican gratuitamente a lo bello, al porque si de un gesto ridículo, algo sin duda obsceno en el quehacer cotidiano de ir al supermercado y luego al banco y luego a ver la tele. La estética es algo que uno hace porque si, es cuando uno se entrega al instante como si fuese a repetirse para siempre. Es más, es una lucha descarnada en contra del paso del tiempo, del tedio y del adoctrinamiento. Y de la distracción, claro. La cosa es que hacer belleza es algo costoso y encima no da remuneración alguna. Estética sería entonces algo que se hace porque sí, y nada más. Y el esteta sería aquel que se entrega gratuitamente a esa actividad, y solo le importa esa actividad en ese momento. La estética se hace, es una práctica.
El esteta es aquel al que solo le importa la belleza, y nada más que la belleza. Todo lo demás le da igual, el ascenso social, la vida amorosa de Wanda Nara, el dólar paralelo; todo le da lo mismo, excepto la belleza, hacer belleza, ocuparse de ella. La mayoría de las veces el esteta se choca con el mundo, hasta se puede decir que es esta una condición sine qua non del esteta, para entrar en estética se debe prescindir del mundo, este último debe entrar en una especie de segundo plano, el mundo debe ser puesto entre paréntesis, suspendido. Es por esto que el esteta suele chocarse con el mundo, tropezarse con él. En ese sentido es un inútil, pues le da igual la utilidad del mundo, a él solo le interesa lo efímero, lo que no puede entenderse desde razón alguna y dura lo que una nota musical, lo que tarda en escribirse una palabra. El esteta está dedicado exclusivamente a los fines superiores. Suele ocuparse de las trivialidades más insignificantes, como el canto de un zorzal o el sonido de la rama de un árbol al ser acariciada por el viento. Al esteta le preocupa sobremanera el salto de un pez en el mar y se toma con suma seriedad la posición del sol en el horizonte. Todo aquello que no tiene valor para el mundo del capital es lo que más le importa a este defensor de la belleza. Estar ahí y ya, en cada momento, en cuerpo y alma.
Pero, ¿qué pasa cuando un pueblo se entrega a la gratuidad estética? Pues se sale campeón, eso pasa. Cuando un pueblo entero se dedica durante un tiempo sostenido al ejercicio de la belleza, la esencia de lo popular se manifiesta. Es quien mejor es, cuando se entrega al otro en el aliento, esta es la dimensión política de la estética, cuando un pueblo se organiza alrededor de lo bello. Ustedes me dirán, ¿qué será de un pueblo que solo piense en la belleza? Pues es un pueblo que sabe valorar la importancia del otro, es un pueblo que entiende lo fundamental del nosotros. Es que el esteta debe sacrificar su ego, debe dejarlo de lado para poder lograr su cometido: la belleza colectiva del jugar. Nada de lo que abunda por estos tiempos colmados de individuos perpetuándose a sí mismos en el éter de ninguna parte, obviando soberanamente todo aquello que los rodea. Solo la estética justifica la existencia, es allí donde yace el sentido, el destino de todo designio humano, la belleza.
La (R)ealidad®
La realidad ha sido una preocupación para la filosofía desde sus albores, podemos hasta decir que ha marcado la evolución de su pensamiento, la metafísica ha sido la encargada de marcar los pasos de su definición. ¿Qué es la realidad? ¿Cuál es su concepto? ¿Cuál es su fundamento?
Hoy en día la realidad parecería estar a la moda, hay realidad virtual, realidad mediática y hasta realidad aumentada; todo parece hablar de lo mismo, de la realidad. Sin embargo, lo que se da es el efecto contrario, no dejamos de alejarnos de ella. Sin ir más lejos, todas las emisiones de reality no son más que simulacros de lo que realmente ocurre, no son más que artilugios que nos esconden la real realidad. Sin embargo, no dejamos de mirarla, de maravillarnos con su impronta, deslumbrarnos con su gracia. Todos miramos algún tipo de reality, todos somos esclavos del espectáculo de nosotros mismos, todos somos sus actores involuntarios, por más que pensemos que allí está nuestra voluntad, que lo hacemos porque queremos. Nosotros no queremos mirar nuestra vida por televisión, imagino que cada uno de nosotros lo que desea es vivirla. ¿Entonces, por qué se da este fenómeno en el cual dejamos de querer vivir nuestras propias vidas para sentarnos a mirarlas en la pantalla? Hay hasta un canal de televisión que reivindica ser la epifanía de “la realidad”.
Para desplegar la potencia, acrecentar la voluntad de poder, básicamente vivir su vida, se debe estar en el presente, hic et nunc. Todo aquello que nos aleja de ese lugar disminuye la fuerza de nuestra voluntad, finalmente termina indefectiblemente alejándonos de nosotros mismos.